ABRIR TOMO I - Biblioteca de la Universidad Complutense ...
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Apéndice II. La poesía de “La cena de las burlas” los domadores que a su cargo tienen la custodia del tigre, y para que el reposo no peligre de la villa anseática le acosan y le obligan, en un salto, a echar los pies por alto. Mas había una verja, y en sus puntas, que, como lanzas, juntas guardan la propiedad, la pobre fiera, de muy mala manera, fue a quedarse clavada; no sabia para qué la tal verja serviría. Moraleja: es el hombre más cruel que las fieras; no te asombre llegar a conclusión tan lastimosa. La fiera, cuando el hombre no la acosa, duerme inocentemente, y ronca y todo. Pero a nadie hace daño. De otro modo se porta el hombre, bueno por su casta. La mata por si acaso; es fiera, y basta. “Los dos mochuelos” (1929), 22 de julio. (FABULA) Cuando en Madrid triunfaban las luces del verano, y el sol de mediodía lanzaba ardientes rayos, dos míseros mochuelos, subidos en un árbol se hallaban, y la gente parábase a mirarlos. -¿Qué hacéis lejos del nido sombrío y apartado, donde tenéis de día 460
ecóndito palacio, todo de sombras lleno, y en él, únicos faros, vuestros redondos ojos enciéndense fantásticos? La oscuridad es vuestra. Reino, nación Estado, tenéis en las tinieblas. Apéndice II. La poesía de “La cena de las burlas” Nuestra es la luz. Dejadnos. ¿No veis que aquí el sol brilla y el cielo está muy claro? Volved a vuestro oscuro desván, cuyos colgajos de finas telarañas son el mejor boato de tal mansión: cortinas de tercipelo y raso. ¿Qué hacéis en esta plaza? ¿No estáis equivocados? Así los transeúntes preguntan, contemplándolos, y uno de los mochuelos de pronto ha replicado: -Yo estoy donde me place. Mis ojos no son válidos para esta luz; conformes. ¿Hay luz? Pues con cerrarlos... Si vemos o no vemos, ¿qué más os da, paisanos? ¿Nunca un mochuelo visteis? ¡Ea, pasad de largo! ¿No trasnocháis vosotros, sin escandalizarnos? ¿No puede haber mochuelos (valga el mote) diámbulos? Lo que los hombres hacen nunca lo encuentran raro. 461
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Apéndice II. La poesía <strong>de</strong> “La cena <strong>de</strong> <strong>la</strong>s bur<strong>la</strong>s”<br />
los domadores que a su cargo tienen<br />
<strong>la</strong> custodia <strong>de</strong>l tigre,<br />
y para que el reposo no peligre<br />
<strong>de</strong> <strong>la</strong> vil<strong>la</strong> anseática<br />
le acosan y le obligan, en un salto,<br />
a echar los pies por alto.<br />
Mas había una verja, y en sus puntas,<br />
que, como <strong>la</strong>nzas, juntas<br />
guardan <strong>la</strong> propiedad, <strong>la</strong> pobre fiera,<br />
<strong>de</strong> muy ma<strong>la</strong> manera,<br />
fue a quedarse c<strong>la</strong>vada; no sabia<br />
para qué <strong>la</strong> tal verja serviría.<br />
Moraleja: es el hombre<br />
más cruel que <strong>la</strong>s fieras; no te asombre<br />
llegar a conclusión tan <strong>la</strong>stimosa.<br />
La fiera, cuando el hombre no <strong>la</strong> acosa,<br />
duerme inocentemente, y ronca y todo.<br />
Pero a nadie hace daño. De otro modo<br />
se porta el hombre, bueno por su casta.<br />
La mata por si acaso; es fiera, y basta.<br />
“Los dos mochuelos” (1929), 22 <strong>de</strong> julio.<br />
(FABULA)<br />
Cuando en Madrid triunfaban<br />
<strong>la</strong>s luces <strong>de</strong>l verano,<br />
y el sol <strong>de</strong> mediodía<br />
<strong>la</strong>nzaba ardientes rayos,<br />
dos míseros mochuelos,<br />
subidos en un árbol<br />
se hal<strong>la</strong>ban, y <strong>la</strong> gente<br />
parábase a mirarlos.<br />
-¿Qué hacéis lejos <strong>de</strong>l nido<br />
sombrío y apartado,<br />
don<strong>de</strong> tenéis <strong>de</strong> día<br />
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