ABRIR TOMO I - Biblioteca de la Universidad Complutense ...
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Apéndice II? La poesía de “La cena de las burlas” serán, mas no me asusto. ¿Monos a mi? Pal gato”(1) Estuvieron un rato mirándole los hombres, y uno de ellos dijo; por fin: “Dispensa. Creíamos nosotros, sin ofensa, que eras uno de aquellos que en lajaula encerrados divierten a niñeras y soldados. Pero si no eres mono serás hombre”... -“¿Hombre yo 9 ¡Cualquier día! ¿Es que somos iguales? ¿Qué haríais si os llamara yo animales?” -dijo el orangpendek hecho una furia. Se tolera un error, mas no una injuria. (1)Esta última expresión, intraducible, pero que parece indicar supremo desdén, ha de ser característica del idioma del mono-hombre. II. “Las gallinas envenenadas” Un vecino de Villarreal de Urrechu denunció que le habían envenenado 65 gallinas. Las informaciones demostraron que las aves de corral habían ingerido alimentos preparados para matar ratas. Con los retortijones del envenenamiento cacareaba una gallina, donde los lastimeros sones de un postrer lamento al aire del corral, tan puro y blando “¿Por qué comí, golosa, lo que me apetecía sin estar destinado a mi pitanza? ¡Y aquella horrible cosa tan buena parecía! ¡Inspiraba su aspecto tal confianza! 448
Apéndice II. La poesía de “La cena de las burlas” ¡Triste de mí, que muero por haberme salido del menú suculento y cotidiano que hay en mi gallinero!” Hombre, ya lo has oído. Guarda, y no comas a la carta, hermano. “Una escena inédita del Tenorio” (1928), 31 de octubre. De Nápoles me cansé, y, harto de amor y de lid, “¿Adónde voy?”, pregunté, y al punto me contesté: “¿Adónde sino a Madrid?” Madrid, venero y emporio, como en noche de jolgorio diría el Pastor Poeta; ciudad chula y pizpireta, ¡ya tienes aquí a Tenorio! Madrid, el de nuestros días; Madrid sin buñolerías, pero siempre con buñuelos; Madrid de las grandes vías y los nobles rascacielos. La del oso y el madroño, la que desechaste el moño y el mantón has olvidado: ¡yo vi tu cuerpo adornado por el mantón del otoño! Cuando en tu recinto entré vive Dios que lo sentí; yo entrar de oculto pensé y, ¡oh sorpresa!, me encontré que hablaban todos de mí. Los más sesudos señores los más ilustres artistas, los más finos narradores, 449
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Apéndice II. La poesía <strong>de</strong> “La cena <strong>de</strong> <strong>la</strong>s bur<strong>la</strong>s”<br />
¡Triste <strong>de</strong> mí, que muero<br />
por haberme salido<br />
<strong>de</strong>l menú suculento y cotidiano<br />
que hay en mi gallinero!”<br />
Hombre, ya lo has oído.<br />
Guarda, y no comas a <strong>la</strong> carta, hermano.<br />
“Una escena inédita <strong>de</strong>l Tenorio” (1928), 31 <strong>de</strong> octubre.<br />
De Nápoles me cansé,<br />
y, harto <strong>de</strong> amor y <strong>de</strong> lid,<br />
“¿Adón<strong>de</strong> voy?”, pregunté,<br />
y al punto me contesté:<br />
“¿Adón<strong>de</strong> sino a Madrid?”<br />
Madrid, venero y emporio,<br />
como en noche <strong>de</strong> jolgorio<br />
diría el Pastor Poeta;<br />
ciudad chu<strong>la</strong> y pizpireta,<br />
¡ya tienes aquí a Tenorio!<br />
Madrid, el <strong>de</strong> nuestros días;<br />
Madrid sin buñolerías,<br />
pero siempre con buñuelos;<br />
Madrid <strong>de</strong> <strong>la</strong>s gran<strong>de</strong>s vías<br />
y los nobles rascacielos.<br />
La <strong>de</strong>l oso y el madroño,<br />
<strong>la</strong> que <strong>de</strong>sechaste el moño<br />
y el mantón has olvidado:<br />
¡yo vi tu cuerpo adornado<br />
por el mantón <strong>de</strong>l otoño!<br />
Cuando en tu recinto entré<br />
vive Dios que lo sentí;<br />
yo entrar <strong>de</strong> oculto pensé<br />
y, ¡oh sorpresa!, me encontré<br />
que hab<strong>la</strong>ban todos <strong>de</strong> mí.<br />
Los más sesudos señores<br />
los más ilustres artistas,<br />
los más finos narradores,<br />
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