ABRIR TOMO I - Biblioteca de la Universidad Complutense ...
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Apéndice II. La poesía de “La cena de las burlas” y hacia el camposanto va el triste cortejo. Ya tapian el nicho los sepultureros, y los que a la tumba llevaron los restos vuelven a sus casas y van repitiendo bajito: “¡Qué solos se quedan los muertos!” Sí, se quedan solos, aunque en el recuerdo los suyos conserven su faz mucho tiempo y aunque les dediquen lágrimas y rezos. Si, se quedan solos en el cementerio, donde todo es frío, lamentable, tétrico. ¡Largas soledades, olvido, silencio! Menos mal que a veces un suave gorjeo de los patios solos alegra el misterio. Menos mal que a ratos el revoloteo de unas golondrinas pone un temblor nuevo donde todo estaba silencioso, quieto. Menos mal que un árbol, pasado el invierno, sus hojitas verdes agita risueño. Menos mal que al lado 412
14 Apéndice II. La poesía de ‘La cena de las burlas” del sepulcro yerto, como centinela constante y severo, el ciprés oscuro se levanta al cielo. Tales del difunto son los compañeros; no estará tan solo mientras queden ellos. Podando y talando llega un jardinero. Cecilio’ 4 se llama; cuando mueve un dedo cipreses y acacias, plátanos y abetos, castaños y robles ruedan por el suelo. Bécquer se anticipa bastante a los hechos. Aun sus muertos tienen quien les vele el sueño. ¡Muertos los de ahora que junto a sus huesos no han de tener plantas, ni árboles enhiestos, ni flores, ni césped, ni musgo rastrero! Lo manda Cecilio. “¿Un árbol? No es serio. ¿Una flor? Es cursi. ¡Quiten todo eso! Mármol, tierra, polvo: para un cementerio ya es bastante ornato; Cecilio Rodríguez fue el concejal que ordenó la supresión del arbolado en el cementerio de la Almudena. 413
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Apéndice II. La poesía <strong>de</strong> ‘La cena <strong>de</strong> <strong>la</strong>s bur<strong>la</strong>s”<br />
<strong>de</strong>l sepulcro yerto,<br />
como centine<strong>la</strong><br />
constante y severo,<br />
el ciprés oscuro<br />
se levanta al cielo.<br />
Tales <strong>de</strong>l difunto<br />
son los compañeros;<br />
no estará tan solo<br />
mientras que<strong>de</strong>n ellos.<br />
Podando y ta<strong>la</strong>ndo<br />
llega un jardinero.<br />
Cecilio’<br />
4 se l<strong>la</strong>ma;<br />
cuando mueve un <strong>de</strong>do<br />
cipreses y acacias,<br />
plátanos y abetos,<br />
castaños y robles<br />
ruedan por el suelo.<br />
Bécquer se anticipa<br />
bastante a los hechos.<br />
Aun sus muertos tienen<br />
quien les vele el sueño.<br />
¡Muertos los <strong>de</strong> ahora<br />
que junto a sus huesos<br />
no han <strong>de</strong> tener p<strong>la</strong>ntas,<br />
ni árboles enhiestos,<br />
ni flores, ni césped,<br />
ni musgo rastrero!<br />
Lo manda Cecilio.<br />
“¿Un árbol? No es serio.<br />
¿Una flor? Es cursi.<br />
¡Quiten todo eso!<br />
Mármol, tierra, polvo:<br />
para un cementerio<br />
ya es bastante ornato;<br />
Cecilio Rodríguez fue el concejal que or<strong>de</strong>nó <strong>la</strong> supresión <strong>de</strong>l arbo<strong>la</strong>do en el cementerio <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
Almu<strong>de</strong>na.<br />
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