Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...
Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...
Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
y dijo que fuéramos, que la plata alcanzaba.<br />
Enfrente, justo enfrente de la casa que habitábamos Ernesto y Carmen y<br />
Titina, y papá, mamá y yo, vivían dos hermanos. Él era un muchacho guapo y<br />
cortés, y ella, que tenía una mueca en la boca como las que dibuja el asco, salía,<br />
por las tardes, apoyada en el brazo del muchacho guapo y cortés, y usaba un<br />
bastón de metal, porque, de chica, la parálisis infantil le dejó dura la pierna<br />
derecha. La mamá de los dos hermanos llevó a la muchacha a Europa, para que<br />
la vieran los médicos de Europa, y los médicos de Europa, que la vieron, y que<br />
consumieron la fortuna de mamá, le dijeron a la mamá de la muchacha que la<br />
pierna derecha de la muchacha recobraría, de a poco, su movilidad, con<br />
ejercicios, baños termales y paciencia. Y la mamá, sonriente y bella, que se<br />
atribuía la condición de viuda, y que visitaba, una vez por semana, a los dos<br />
muchachos, y que pagaba a una sirvienta vieja para que los atendiera, y a una<br />
profesora para que les enseñara inglés y francés, se ocupaba de la crianza de<br />
vacunos de raza, profesión hereditaria que, como leí muchos años después en<br />
los diarios centenarios de Buenos Aires, permite vestirse de gauchos a los<br />
miembros de los Centros Tradicionalistas, y desfilar, vestidos de gauchos,<br />
detrás de los animales premiados en las exposiciones de la Sociedad Rural.<br />
Otto, José y yo entramos, entonces, al garage de la casa en la que vivían los<br />
dos hermanos, arrastrándonos por debajo de la cortina del garage, levantada<br />
unos veinte o treinta centímetros de los mosaicos de la vereda. Fui el último en<br />
entrar al garage. Primero, entró Otto y después, José. El hermano de la<br />
muchacha, que era guapo y cortés, bajó la cortina del garage y encendió una<br />
lámpara que colgaba del techo. En el centro del garage había un Ford negro y<br />
cuadrado, con una de las puertas traseras abierta. Pasamos, primero Otto,<br />
después José, después yo, por el lado opuesto de la puerta trasera y abierta del<br />
Ford negro y cuadrado, y vimos a la muchacha, vestida con una enagua,<br />
reclinada sobre una colchoneta, en el ángulo que formaban la puerta que<br />
comunicaba el garage con el resto de la casa y una pared larga y pintada de<br />
azul. Cerca de la colchoneta, vi las velas encendidas de una estufa a querosén.<br />
La muchacha no tenía más de quince años. Otto le entregó el dinero al<br />
muchacho guapo y cortés, y el muchacho guapo y cortés contó las monedas de<br />
Otto y las mías, y el peso de José, y asintió, y Otto, que ya no tenía la sonrisa de<br />
El Zorro en la cara, se bajó los tiradores, y se desabrochó el pantalón, y el<br />
pantalón, corto, se le deslizó por las piernas, y se bajó el calzoncillo, que era<br />
lunares rojos y blancos, y el vello de los muslos de Otto era rubio, y Otto<br />
tropezó, enredado en el pantalón y el calzoncillo, y cayó, de rodillas, sobre la<br />
colchoneta. Y la muchacha dijo vamos, apurate.<br />
El muchacho guapo y cortés entró al Ford negro y cuadrado por la puerta<br />
96