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Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...

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verano, y que el calor de ese mediodía era inhumano. Y se miró tomar el vino<br />

que quedaba en su copa, y cuando dejó la copa en la mesa, Verónika abrió los<br />

ojos, y en ellos había un destello de ira salvaje, y Campbell escuchó el susurro<br />

de Verónika en la tarde de sol, desierta, silenciosa, chupá. Chupalas.<br />

La siesta cayó sobre ese mundo aún inmóvil, aún desconocido y<br />

desamparado, y que olía a incendio y quietud. Campbell despertó, desnudo, en<br />

una penumbra viscosa, y vio cerca de su boca las lechosas tetas de Verónika, y<br />

la escuchó roncar, y se vio a sí mismo deslizarse de la cama y penetrar en la<br />

penumbra y correr, correr, correr hasta que encontró a Mariann. Y Campbell, el<br />

cuerpo fino y esbelto, desnudo, tembloroso, afiebrado, prolongó el relato de los<br />

dichos incoherentes de Verónika con el relato de su conocida aversión por las<br />

chinitas de dientes cariados e inteligencia de mosquitos, y por la grosería de<br />

algunas recetas de la cocina de Europa Central.<br />

Fue entonces que Campbell preguntó, la boca inflamada en los pies de<br />

Mariann, cómo podía retornar al goce sereno de la vida. Mariann no le contestó.<br />

Mariann no contesta preguntas teológicas.<br />

Sí: quizá esa noche, distinta a otras noches, Mariann habló de trueques y<br />

revanchas. Habló, sin apelar a la metáfora o la elipsis, de negocios, con esa voz<br />

que conocí antes que mis recuerdos, y que se esparció en la iglesia a oscuras y<br />

vacía.<br />

Y, como en otras noches, la vi irse, muy tarde en la noche, y pensé, esa<br />

noche u otra, o lo pensé desde que alguien, en un pasado remoto, me llamó<br />

Rubio, que Dios aprobará el destino que Mariann imponga a sus inversiones.<br />

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