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Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...

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afueras de Londres, detesta Irlanda.<br />

Al pie de la fortaleza, sonaba un acordeón. Unas viejas, vestidas de negro,<br />

desdentadas, hacían coro a una pareja que ensayaba, torpemente, unos pasos de baile.<br />

Ella, las medias opacas y el pelo gris, miraba sus alpargatas polvorientas; él, rechoncho,<br />

de sombrero y tiradores verdes, agitaba desmañado los brazos, crepitaba los dedos.<br />

El papá de Vicente dio la espalda al muro, con una mueca de asco en la cara. Y<br />

eructó.<br />

Ofrecí cigarrillos. El papá de Vicente tomó uno, y dijo:<br />

—Malditas codornices.<br />

Miré los muros del bastión. Y miré al papá de Vicente. Y el papá de Vicente, con el<br />

cigarrillo entre los dedos índice y medio de su mano derecha, señaló a los bailarines y a<br />

las viejas, allá abajo, que reían, que jadeaban, que sudaban. Y dijo:<br />

—He ahí la paz. Un millón de muertos para eso... ¿Le hablé a usted de lo<br />

divertidos que podemos ser?<br />

Vicente, dijo Alice, combate, aterrado, contra las leyes del tiempo y de una vida<br />

sin las exaltaciones de la épica: le pasa, domingo por medio, películas de Buster Keaton y<br />

de los hermanos Marx.<br />

—Vivís en Córdoba —comprobó Ahumada.<br />

—Sí —admití, pero no me ruboricé.<br />

—¿Córdoba? —preguntó el bajito. Los cristales de sus anteojos brillaron<br />

cuando levantó la cabeza.<br />

—No nos gustan los cordobeses —proclamó Miguel.<br />

—¿Qué hacés en Córdoba? —preguntó, otra vez, el bajito. Bastaba mirarlo<br />

para saber que la curiosidad no era su fuerte. Sin embargo, la ejercía con una<br />

resignación sin énfasis.<br />

—Junto papel.<br />

—Juntás papel —se asombró Ahumada.<br />

—Junta papel —pronunció Miguel, como si hablara de una enfermedad<br />

incurable.<br />

—Junta papel —insistió Ahumada, y entrecerró los ojos.<br />

—No te gusta el trabajo —dijo, resueltamente, Miguel—. ¿Cómo va a salir<br />

el país para adelante con gente que junta papel? ¿Estás enfermo?<br />

—No.<br />

—No está enfermo, Miguel —avisó Ahumada.<br />

—Cállense —ordenó el bajito—. Llevate a este loco a la otra pieza, Miguel.<br />

—¿Usted nunca se equivoca? —le pregunté al bajito con alguna calma.<br />

—No me hagas perder el tiempo —dijo el bajito, como si estuviera<br />

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