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Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...

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—No tengas miedo, nena —siseó Antonio—. Quedate quietita, ¿sí?<br />

—Le dice nena —dijo Ahumada, como si reflexionara en voz alta.<br />

—¿Vive Pablo Ara, aquí? —preguntó el bajito, y se levantó las solapas del<br />

sobretodo.<br />

—Es el hermano —musitó Lola, y señaló, con la cabeza, a Antonio.<br />

—Preguntó si vive aquí —dijo Ahumada.<br />

—No nos hagan enojar —dijo Miguel, y de sus ojos aplanados brotó una<br />

chispa amarilla—. Contestá, Tono. Y no te equivoqués.<br />

Sólo los héroes no se equivocan. Antonio no lo era.<br />

—Viene, a veces —dijo Antonio—. ¿Ustedes son de la policía?<br />

—Pregunta si somos de la policía —explicó Ahumada—. ¿Vos que pensás,<br />

Miguel?<br />

—Tono, Dios goza de buena salud porque es mudo —dijo Miguel, y se<br />

sentó en la cama—. ¿Leíste El Principito, Tono?<br />

—No —dijo Antonio, tan sorprendido como si le hubieran anunciado que<br />

ganó el premio mayor de la lotería de Navidad.<br />

—No —repitió Ahumada—. ¿Por qué no? Vos no, y un taxista del montón,<br />

sí. Mal, mal, Tono.<br />

—¿Y la cultura, Tono? —preguntó Miguel—. ¿Dónde me dejás la cultura,<br />

Tono? Andá y aprendé del taxista ése que, en la tele, se babea por El Principito.<br />

—Revísenlos —dijo el bajito, que se masajeaba las manos—. Enciendan<br />

una estufa o algo.<br />

Miguel se acomodó la pistola grande y negra entre el cinturón y la camisa,<br />

y me palpó, desde los sobacos hasta las pantorrillas. Después, hizo lo mismo<br />

con Antonio.<br />

Alice es inglesa, pero no vino con nosotros a Toledo. Las corridas de toros recién<br />

comenzaban en abril y las pinturas de El Greco la deprimían. Por lo demás, uno de sus<br />

antepasados estuvo junto a Nelson en Trafalgar.<br />

El viaje a Toledo fue excelente. Almorzamos no lejos de la plaza de Zocodovar. Y el<br />

papá de Vicente, con la estampa de un boxeador de peso pesado que supo retirarse a<br />

tiempo de la práctica activa del pugilismo, insistió en que yo probara codornices a la<br />

castellana. Las probé, fui pródigo en su elogio, y luego, pedí cordero asado.<br />

Vicente propuso que entráramos a El Alcázar.<br />

—¿Para qué? —preguntó el papá de Vicente.<br />

Eran los últimos días del invierno. Nos acodamos en un muro de piedra que da<br />

sobre el Tajo. En el horizonte, la tierra tomaba un color herrumbre, y del cielo se<br />

desprendía una luz violácea. Alice, que ama el whisky y el césped que se cultiva en las<br />

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