09.05.2013 Views

Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...

Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...

Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—No.<br />

—¿Bloom?<br />

—Usted es demasiado flaco para ser Bloom.<br />

Cinco años atrás, un tipo joven festejó alegremente una cita para elegidos,<br />

y Hugo, de inmediato, se desaprobó. Un oficial de Administración de una<br />

perdida oficina técnica de las Naciones Unidas, en un perdido punto del<br />

planeta, es un señor atento, servicial (dudosamente equilibrado), de buenos<br />

modales (que perfecciona su inglés leyendo el Buenos Aires Herald), y no un<br />

cretino acumulador de laboriosas analogías.<br />

Cinco años después, a solas en su departamento, envuelto en el venturoso<br />

sopor que proporcionan los alcoholes baratos, las manos en reposo sobre la<br />

tersa suavidad de una fotografía, pensó: demasiados demasiado para Saúl.<br />

César recelaba de la delgadez de Casio, de su figura extenuada y hambrienta,<br />

de sus escasas sonrisas de perro apaleado.<br />

Hugo gorgoteó, satisfecho. No todos los judíos son gordos. Saúl no es<br />

gordo. Lo demás, asegura el bardo, es el balbuceo recurrente de un idiota.<br />

Se quedó dormido con un pucho apagado en los labios.<br />

III<br />

Tendido de espaldas en la cama imperial, las piernas abiertas bajo el<br />

cobertor, un brazo doblado detrás de la nuca, aspiré, quizás amodorrado, las<br />

frías y rancias emanaciones, superpuestas, de aceite y humo, rábano blanco y<br />

chucrut y pescado relleno y mameligue que impregnaban las paredes del<br />

dormitorio de Débora.<br />

—Tengo sed —dije, la lengua hinchada, execrándome, enfermo de vejez y<br />

arrepentimiento.<br />

Débora surgió de las tinieblas del cuarto, desnuda, maciza, la carne<br />

rosada, los pasos largos y suaves, la furiosa, maniática elegancia de una<br />

bailarina de ballet que había engrosado, e inmune, sin embargo, a las injurias<br />

del olvido, al inexorable endurecimiento de las articulaciones. ¿Acaso no<br />

compartía una taza de té y unos strudel crujientes, en un puntual crepúsculo<br />

vienés, con el doctor Freud y los exquisitos Zweig? ¿Acaso estaban tan lejos los<br />

tilos de Berlín; las enjutas lápidas del cementerio judío de Praga, bruñidas por<br />

una luz también sabia e indulgente y apacible; los poemas de Rilke; las<br />

perversas bellezas de un mundo que sobrevive a su ruina?<br />

—Tomá —dijo Débora, y depositó un vaso en la mesa de luz.<br />

21

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!