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Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...

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Visa para ningún lado<br />

A mediados de 1970, a un año escaso de que poesías, ensayos, crónicas,<br />

evocaciones y otros épicos esfuerzos entretuvieran a amenos y, también,<br />

apasionados lectores (y oyentes) en algo que se denominó el cordobazo, Enrique<br />

Mercado se compró un Fiat 600. Y, de inmediato, se casó con Margarita<br />

Stephens, a quien su padre llamaba Miss Margaret.<br />

Enrique Mercado nació en Córdoba; Miss Margaret tuvo la misma<br />

ocurrencia. Pero los datos censales no registraron que Miss Margaret, mientras<br />

vivió, fue una mujer de movimientos suaves, casi etéreos, de voz suave y paso<br />

silencioso, y cuyas invitaciones a lo que fuere nadie osaba rechazar.<br />

Miss Margaret sabía sonreír. De modo que Mercado dijo que en los tres<br />

últimos años trabajó hasta el agotamiento para pagar, comprendidos los<br />

intereses, el estudio de abogado que su padre le ayudó a adquirir en el centro<br />

de la capital cordobesa.<br />

Y dijo que sí cuando Miss Margaret preguntó por qué Mercado, satisfecha<br />

la deuda moral que tenía con su padre, no se tomaba, junto con ella y su<br />

hermana Jenny, unas vacaciones.<br />

Y cuando Miss Margaret insinuó, con una sonrisa de porcelana, que las<br />

vacaciones, que iban a ser breves, podían implicar un viaje por la vieja y<br />

siempre inexplorada Europa, Mercado también dijo que sí.<br />

El padre de Miss Margaret y Miss Jenny declaró, con énfasis, que pocas<br />

veces en su vida escuchó una propuesta tan atinada como la de Miss Margaret,<br />

y que ése era un momento tan oportuno para viajar y descansar y conocer<br />

mundo como no recordaba otro igual.<br />

El padre de Miss Margaret y Miss Jenny dijo que la Argentina estaba<br />

enferma y empeñada en destruirse, y que nada era tan bueno como alejarse del<br />

maldito infierno al que se precipitaba el maldito país. Y dijo que escribiría a sus<br />

amigos de la RAF para que les gestionasen la radicación en Gran Bretaña, y que<br />

no le discutieran esa idea porque era la mejor que tuvo en mucho más tiempo<br />

del que le agradaría admitir. Y les adelantó, a sus hijas, una porción poco<br />

significativa de la herencia que recibirían cuando él muriera. (Asegúrense, mis<br />

niñas, que yo esté muerto y bien muerto, dijo el padre de Miss Margaret y Miss<br />

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