Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...
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Apetitos<br />
El hombre bajó del ómnibus, y se levantó el cuello del impermeable.<br />
Acomodó, sobre uno de sus hombros, la correa de la caja de cuero en la que<br />
guardaba una máquina fotográfica, y se largó a caminar. El pueblo —dos o tres<br />
cuadras de casas bajas, pintadas de un blanco sucio, y techos de tejas o de<br />
chapas de zinc, y árboles flacos, jóvenes y sin hojas, que se erguían al borde de<br />
las veredas— parecía vacío a esa hora de la tarde. Las puertas de las casas<br />
estaban cerradas. Y persianas de color verde claro o gris ocultaban las ventanas<br />
de las casas.<br />
El hombre entró a una panadería y saludó a la mujer, parada del otro lado<br />
del mostrador, y la mujer contestó el saludo con una voz ronca y baja. El<br />
hombre pasó sus manos por las mangas del impermeable y por la tapa de la caja<br />
que guardaba la máquina fotográfica. Después, se secó las manos con un<br />
pañuelo, y dijo que la lluvia iba a durar.<br />
El hombre preguntó si la mujer no dormía la siesta, como se acostumbra<br />
en pueblos como ése. La mujer se encogió de hombros. El hombre pidió<br />
medialunas. Cuántas, preguntó la mujer. Dos, y el hombre sonrió a la mujer. La<br />
mujer preguntó si se las envolvía. El hombre se volvió hacia la calle: la lluvia,<br />
silenciosa y veloz, mojaba los árboles flacos y las estrechas veredas. El hombre<br />
giró la cabeza y vio la cura de la mujer, blanca contra la penumbra del local, y<br />
preguntó si no le serviría una taza de café. La mujer dijo, con una voz apenas<br />
audible, que esperara, y le dio la espalda, y apartó unas cortinas de tiras de<br />
plástico, y él escuchó los pasos de la mujer que se alejaban.<br />
El hombre esperó, el cuerpo flojo, la cabeza en blanco, a que la mujer<br />
regresara. Unos minutos más tarde, la mujer reapareció con una taza humeante,<br />
un platillo y una azucarera en las manos. El hombre preguntó cuánto debía. La<br />
mujer dijo cuánto debía. El hombre pagó. La luz que venía de la calle se<br />
oscureció, y los dos escucharon crecer y estallar el trueno en la calle desierta y<br />
oscurecida.<br />
La mujer abrió un cajón y guardó el billete que el hombre dejó sobre el<br />
mostrador, y le dio unas monedas de vuelto, y dijo que era hora de cerrar el<br />
negocio. El hombre dijo que se iba. La mujer preguntó si conocía a alguien en el<br />
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