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Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...

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la muerte a violadores y asesinos de mujeres solas e indefensas, y aun niños.<br />

Un ex corredor de automóviles, rengo, que vive en un departamento del<br />

piso noveno, con la sola compañía de una perra salchicha, me retuvo en la<br />

vereda de la galería, al finalizar la asamblea del consorcio, y me comunicó, en<br />

un susurro que pretendió ser confidencial, que el padre de los chicos, unas<br />

semanas atrás, entró a la iglesia —el ex corredor de automóviles, rengo, señaló<br />

hacia algún lado, por encima de mi cabeza—, y desplazó, de un empujón, al<br />

sacerdote, y ocupó, en su lugar, el púlpito, y se golpeó el pecho, y proclamó el<br />

advenimiento de una nueva fe que, con paz, amor y salud, redimiría a la<br />

humanidad de sus terrores y enfermedades.<br />

Miré mis zapatos, y no había maná en mis zapatos. El ex corredor de<br />

automóviles, rengo, levantó a la perra salchicha del borde de la vereda, y la<br />

acunó en sus brazos, y la perra salchicha tosió y moqueó sobre uno de los<br />

brazos que la acunaban, y el ex corredor de automóviles, rengo, me preguntó,<br />

después de limpiar de su saco de corderoy azul las babas y los mocos de la<br />

perra salchicha, qué sabía yo de lo que ocurría en el local de la galería donde,<br />

hasta ese momento, se arreglaban televisores. Alcé los hombres y tapé mi labio<br />

superior con el inferior, y el ex corredor de automóviles, rengo, dijo que a él le<br />

pasaba lo mismo. Dijo, calmo, la voz impregnada como por una vaga y lejana<br />

desdicha, que él se limitaba a repetir, ante mí, y sólo para mí, la información<br />

que le transmitieron algunas personas discretas, pero, eso sí, muy honorables: el<br />

padre de los chicos, en su local de arreglos de aparatos de televisión, iniciaba a<br />

jovencitas de quince y dieciséis años en el culto de la nueva fe. Las acuesta en<br />

una hamaca paraguaya, musitó el ex corredor de automóviles, rengo, con la<br />

perra salchicha dormida en sus brazos, y me guiñó un ojo. Lentamente, me lo<br />

guiñó. Y las inicia en la nueva fe, repitió el corredor de automóviles, rengo, la<br />

voz ronca y, también, desventurada.<br />

El ex corredor de automóviles, rengo, y yo, nos miramos como se miran<br />

hombres que son dueños de sus silencios.<br />

Creo que mencioné la lectura inconclusa de una conversación en un bar de<br />

La Habana, y juguetes de plástico que caían por un pozo de aire. Y si dije eso,<br />

dije que hubo gritos de la madre de los chicos que tiraban juguetes de plástico a<br />

un pozo de aire, antes y después de una noche de lluvia, y del ruido de los<br />

juguetes de plástico que caían sobre una chapa de zinc. Y por esos gritos que<br />

subían y bajaban por el pozo de aire, repetidos por una voz infatigable y de<br />

estridencias metálicas, uno se enteraba de que la madre de los chicos estaba<br />

harta de recoger las porquerías que los chicos dejaban tiradas donde se les<br />

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