Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...
Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ... Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...
180 Preguntas
Lento Esperó ese nombramiento, meses y años. Movió recomendaciones, memorizó las palabras necesarias, vadeó puertas con paciencia y discreción. Por meses y años. También tuvo náuseas. Dio clases particulares a chicos que jamás distinguirían la g de la j, la s de la z; a chicos que se aburrían en la escuela, a algún mocoso consentido que deseaba explorarle los interiores de la bombacha con el mismo aire codicioso y chambón que empleaba para manosear a la-muchacha-todo-servicio. Preparó, apresuradamente, una valija, y viajó horas y horas rumbo al destino que le asignaron. El paisaje cambió. El ómnibus se llenó de cáscaras de frutas, de olores rancios, y de mujeres bajas y de anchas caderas, ojos achinados y palabras escasas. Subió un cerro pedregoso, cubierto de matas salvajes y chatas. La escuela, en la cima del cerro, tenía techo de ladrillo y zinc. Tenía dos habitaciones con una cama cada una, una pequeña cocina, y tenía una sala con bancos y pupitres, y un pizarrón donde ella escribiría, probablemente, letras desarticuladas. No faltaba el retrato, en lo alto de una pared, del padre del aula inmortal. Respiró aire puro. Los chicos aprendían a unir consonantes y vocales, y armaban una palabra. Y, después, unidas consonantes y vocales, nombraban al paisaje, los árboles que les eran familiares, las chivas y los perros. Sumaban un número y otro número hasta sortear el error, para que, les decía ella, no los engañaran cuando les llegara la hora de cobrar un sueldo. Ella aprendió, a su vez, que los chicos crecían entre piedras, llanura, vientos y resignación, y que olvidarían los precarios trazos que escribieron en la pizarra y en el papel. Ella les calentaba algo de locro, algo de fideos, algo de leche en un hornillo a gas. Ella los miraba comer, voraces y silenciosos. Ella los despedía con un beso en la mejilla, y los chicos se encogían, tensos, como si los fueran a castigar. 181
- Page 129 and 130: exaltadas o con un murmullo cándid
- Page 131 and 132: empobrecen. Como se sabe, los polac
- Page 133 and 134: Boudec, tenía 35 años y era oriun
- Page 135 and 136: ésta: el despido de Farías. Exist
- Page 137 and 138: —¿Por qué no les pedimos que lo
- Page 139 and 140: les dijo que el taller donde se car
- Page 141 and 142: el habla, el uso de una lengua acce
- Page 143 and 144: Subí a un camión. Vi gente en las
- Page 145 and 146: Déjese de embromar, viejo, con ant
- Page 147 and 148: Tualé Dentro de pocas horas será
- Page 149 and 150: termina: “El cuerpo responde a ci
- Page 151 and 152: acá?”, y se señala un lugar del
- Page 153 and 154: Anoche hicimos el amor, ¿Fue en ot
- Page 155 and 156: Un largo pasillo iluminado Leo Fran
- Page 157 and 158: comidas, vigilo el color de mi orin
- Page 159 and 160: negra del reloj. Luego, lentamente,
- Page 161 and 162: más tarde. 161
- Page 163 and 164: ¿Le digo que alguien escribió: la
- Page 165 and 166: la pieza que era el testimonio mudo
- Page 167 and 168: furia. Salí a la calle, y era de n
- Page 169 and 170: dejó caer antes de irse del velato
- Page 171 and 172: Elbio miró mi sonrisa, abrió la c
- Page 173 and 174: antiguo barrio de Flores —venerad
- Page 175 and 176: presuntuoso. Otras versiones sostie
- Page 177 and 178: Asqueado por la mezquindad de las i
- Page 179: El calor era intolerable y, en un m
- Page 183 and 184: Los fines de semana, Luciano se des
- Page 185 and 186: Tomé un trago de ginebra, me sent
- Page 187 and 188: la muerte a violadores y asesinos d
- Page 189 and 190: La policía encontró muertos, acos
- Page 191 and 192: El hombre, de pie en la penumbra de
- Page 193 and 194: Preguntas Al Sergio le faltan dos d
- Page 195 and 196: por qué la Natalia hizo lo que hiz
- Page 197 and 198: Puertas Cuatro telares de seda, y e
- Page 199 and 200: piernas, y me apoyo en el respaldo
- Page 201 and 202: quién iba a aflojar y quién no.
- Page 203 and 204: —¿Dónde vas? —y Elsa, parada
- Page 205 and 206: pueblo. El hombre sonrió y dijo qu
- Page 207 and 208: Visa para ningún lado A mediados d
- Page 209 and 210: gobiernos y alcaldes conservadores
- Page 211 and 212: Mercado comunicó a Vaclav que viaj
- Page 213 and 214: papeles que pedían instrucciones a
- Page 215 and 216: El corrector Ella y yo trabajábamo
- Page 217 and 218: La pequeña enfermera del Privado E
- Page 219 and 220: •Información en Intensiva con hi
- Page 221 and 222: tela de los que colgaban largas tir
Lento<br />
Esperó ese nombramiento, meses y años. Movió recomendaciones,<br />
memorizó las palabras necesarias, vadeó puertas con paciencia y discreción. Por<br />
meses y años. También tuvo náuseas.<br />
Dio clases particulares a chicos que jamás distinguirían la g de la j, la s de<br />
la z; a chicos que se aburrían en la escuela, a algún mocoso consentido que<br />
deseaba explorarle los interiores de la bombacha con el mismo aire codicioso y<br />
chambón que empleaba para manosear a la-muchacha-todo-servicio.<br />
Preparó, apresuradamente, una valija, y viajó horas y horas rumbo al<br />
destino que le asignaron. El paisaje cambió. El ómnibus se llenó de cáscaras de<br />
frutas, de olores rancios, y de mujeres bajas y de anchas caderas, ojos achinados<br />
y palabras escasas.<br />
Subió un cerro pedregoso, cubierto de matas salvajes y chatas. La escuela,<br />
en la cima del cerro, tenía techo de ladrillo y zinc. Tenía dos habitaciones con<br />
una cama cada una, una pequeña cocina, y tenía una sala con bancos y pupitres,<br />
y un pizarrón donde ella escribiría, probablemente, letras desarticuladas. No<br />
faltaba el retrato, en lo alto de una pared, del padre del aula inmortal.<br />
Respiró aire puro.<br />
Los chicos aprendían a unir consonantes y vocales, y armaban una<br />
palabra. Y, después, unidas consonantes y vocales, nombraban al paisaje, los<br />
árboles que les eran familiares, las chivas y los perros. Sumaban un número y<br />
otro número hasta sortear el error, para que, les decía ella, no los engañaran<br />
cuando les llegara la hora de cobrar un sueldo.<br />
Ella aprendió, a su vez, que los chicos crecían entre piedras, llanura,<br />
vientos y resignación, y que olvidarían los precarios trazos que escribieron en la<br />
pizarra y en el papel.<br />
Ella les calentaba algo de locro, algo de fideos, algo de leche en un hornillo<br />
a gas. Ella los miraba comer, voraces y silenciosos.<br />
Ella los despedía con un beso en la mejilla, y los chicos se encogían, tensos,<br />
como si los fueran a castigar.<br />
181