Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...
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sonreía. Pregunté:<br />
—¿Quién es usted, Herr Stange?<br />
Herr Stange se encogió de hombros, y guardó, en uno de los bolsillos de<br />
su camisa, la fotografía.<br />
Margareta y yo matamos a Donven.<br />
Margareta deseaba escuchar cómo Donven golpeaba sus muslos con las<br />
palmas de las manos. Deseaba acercar su nariz al maloliente pantalón de<br />
Donven. Deseaba que el enmantecado miembro de Donven le recorriera el<br />
cuerpo.<br />
A las dos nos resecaba la boca escuchar cómo caían las palmas de las<br />
manos de Donven sobre sus muslos. Las dos nos sentábamos, cada una a su<br />
tiempo, sobre la panza de Donven, y movíamos las ancas, una vez arriba, otra<br />
vez abajo, y una vez arriba, y otra vez abajo.<br />
Donven arañaba el piso alfombrado, y soltaba ronquidos de agónico. Y<br />
nosotras, una vez arriba, y otra vez abajo.<br />
La panza de Donven perdía brillo, tensión, y nosotras nos poníamos de<br />
pie, y mirábamos a Donven, tirado en la alfombra; mirábamos los soquetes de<br />
lana de Donven, que vestían los friolentos pies de Donven; mirábamos su<br />
camisa, enrollada hasta el cuello, y lo mirábamos respirar como un animal<br />
perseguido.<br />
No fue fácil matar a Donven.<br />
Ahora, le dije a Margareta, somos nosotras las que decidimos cuándo,<br />
cómo y a quién llevamos a la cama. Y el que sea pagará lo que dispongamos<br />
que pague.<br />
Margareta me miró como si yo fuese una desconocida que le anuncia el fin<br />
del mundo.<br />
Tengo sirvientes. Riegan mi lengua con miel de ulmo. Valgo, ahora, un<br />
millón de dólares.<br />
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