Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...
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Margareta me abrazaba, debajo de las frazadas, en la cama que olía a pan<br />
y a pasto, y me contaba, la voz seca, a qué se sometía, con Donven de jinete.<br />
—Son sus fantasías —suspiraba Margareta, poniendo entre nosotras el<br />
lenguaje adquirido en las lecciones que le pagamos al conde von Reisenghoff.<br />
Y Margareta me mostraba, la voz como la de una vieja bruja, manchas<br />
violáceas en sus muslos, en su espalda, en sus pechos.<br />
Yo le acariciaba la frente y el pelo, y escuchaba. Pero una noche dije:<br />
—Margareta...<br />
No dije más que su nombre. No dije más que el nombre que le asignaron<br />
en su bautizo. No hubo compasión en mí, cuando dije su nombre, en la noche.<br />
No hubo la fatiga de quien ha escuchado, demasiadas veces, la misma historia.<br />
Me negué a compartir sus suplicios. Margareta, pensé, cuando ella se acostaba<br />
con Donven, quizá los necesitaba... ¿Es verdad que no quise saber qué<br />
necesitaba Margareta?<br />
Margareta encogió las piernas, y se acurrucó junto a mí, y me besó las<br />
tetas.<br />
Dije su nombre, y, cuando dije su nombre, hubo un llamado.<br />
Las dos olíamos a pan y a pasto.<br />
Era el fin de un otoño cuando Martín Keppes alquiló una habitación en la<br />
hostería.<br />
Martín Keppes era alto, era delgado, era lejano. Donven lo respetaba:<br />
podría decir que le temía. Extraño, el temor de Donven.<br />
Horas y horas, en las tardes grises de aquel invierno, Martín Keppes<br />
miraba la Cordillera nevada. Preguntaba por los bosques de cipreses, por los<br />
abetos, por los álamos, los ñires y los maitenes y los coihues. Preguntaba por los<br />
lagos. Preguntaba por los mapuches.<br />
Donven le hablaba de la pesca en los lagos, de sinuosos botes deslizándose<br />
por la pulida superficie de los lagos, y el humeante café en los botes que se<br />
deslizaban por la oscura, pulida superficie de los lagos, el mundo en ninguna<br />
parte.<br />
Martín Keppes asentía Ia... Ia..., los ojos clavados en Donven, la voz como<br />
somnolienta, y con algo de asombro, como si lo que acababa de escuchar<br />
hubiese estado oculto en su memoria.<br />
Martín Keppes se perdía por los senderos de montaña, sin guía, en<br />
mañanas sin sol, y volvía, con su mochila vacía, por la noche, cuando en el<br />
hogar de la chimenea ardían leños redondos y largos.<br />
Martín Keppes traía, de esas interminables excursiones, una mirada clara,<br />
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