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Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...

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comenzaron a poblar las habitaciones y el comedor de la hostería. También<br />

unos pocos nombres de la vieja burguesía, la que civilizó a este país. También,<br />

calmos, los nietos de los alemanes que sobrevivieron al fuego, a la bayoneta, al<br />

odio mortal de los rusos de Stalin. A veces, cuando llegaban la tarde y los<br />

vientos fríos de la Cordillera, borrachos de cerveza y de coñac, cantaban,<br />

todavía incrédulos, el fracaso abominable del Hitler que soñó y veló por todos<br />

ellos, y de la Prusia de las hausfrau y del honor. Cantaban a los cuernos que les<br />

colgaban sus mujeres de tetas mantecosas, a sus salarios de gerentes de nada, de<br />

comerciantes de nada. A su gordura irremediable.<br />

Evocaban, en la letra nostálgica de sus abuelos, cómo brillaba, en el centro<br />

de Moscú, la cúpula de San Basilio, que ellos, sus abuelos, obcecados y fútiles,<br />

creyeron que alcanzarían a tocar con las manos quemadas por la nieve.<br />

Y estaban los hijos de los guerreros de Vietnam, rubios como la saliva de<br />

la Virgen, altos y con anteojos, afables y suaves, hasta que el whisky destapaba<br />

las viejas tumbas.<br />

El conde von Reisenghoff nos enseñó los giros verbales, las posturas del<br />

cuerpo, la distancia revestida de paciencia, el golpe de ojo, la determinación que<br />

se utilizan en los hoteles exclusivos de París, de Boston, de Londres, de Nueva<br />

York. Nos enseñó a cocinar, y el orden de los cubiertos y de las copas en la<br />

mesa. Nos enseñó las fórmulas de las salsas agridulces chinas que se servían en<br />

Cantón y en Shangai, mientras duraron los viejos buenos tiempos, a los<br />

banqueros ingleses y a la diezmada nobleza zarista. El conde von Reisenghoff<br />

nos sugirió cursos de perfeccionamiento en los Estados Unidos y en Francia.<br />

Viajamos a Estados Unidos y a Francia, y aprendimos inglés y francés, y nos<br />

perfeccionamos en la alta cocina y en el arte de satisfacer los caprichos de ricos<br />

y poderosos.<br />

Quitamos, por lógica pura, del frente de la hostería, a nuestro regreso de<br />

esos viajes que nos cambiaron la ropa y el uso de la lengua y de las manos, y de<br />

la mirada, un cartel en el que se leía Kafee und kuchen.<br />

El conde von Reisenghoff persistió en la más miserable de las pobrezas,<br />

pero supo cargar, airoso y displicente, su monóculo negro. Un día, una noche,<br />

una madrugada, desapareció del cubículo que habitó, por años, desde poco<br />

después de la conquista de Berlín por las legiones tártaras.<br />

¿Quién me heredará?<br />

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