Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...
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Eso es lo que vale<br />
En noches como ésta, me consuela la dulce palabra alemana.<br />
En noches como ésta, Donven y Margareta, y yo, cenábamos tarde en el<br />
comedor de la hostería. Nos gustaba el comedor: paredes, techo y piso de<br />
madera encerada. Mesas y sillas de madera clara. Y un fuego vivo en el hogar<br />
de la chimenea.<br />
Sus llamas, que se reflejaban en los gruesos troncos que sostenían el techo,<br />
eran nuestra única luz.<br />
Comíamos mucho. Aún éramos jóvenes, y no necesitábamos que los<br />
médicos nos instasen a la frugalidad, y nos infundiesen terror a los trastornos<br />
de nuestro hígado, nuestro corazón, al color de la orina y a la dureza pétrea de<br />
la caca.<br />
Cuando terminábamos la cena, cuando Donven no reprimía sus eructos, y<br />
se golpeaba suavemente la panza, los ojos cerrados en la cara de gato que se<br />
relame, saciado, los bigotes, y se desabrochaba los dos primeros botones del<br />
pantalón, y Margareta lo contemplaba, fascinada, como si nunca lo hubiera<br />
visto aflojarse el cinturón, y masajearse el ombligo por encima de la camisa, yo<br />
desarrimaba las sillas y la mesa, llevaba los platos vacíos a la cocina, y le gritaba<br />
a Herr Stange que se pusiera al maldito piano, y se ganase la noche.<br />
Herr Stange se sentaba al maldito piano, y los cuatro nos dedicábamos a<br />
entonar melancólicas canciones marineras, que los nuestros trajeron de<br />
Hamburgo y de Bremen, y de los otros y vastos puertos de la patria. Y<br />
avanzada la noche, nos dedicábamos a juegos menos fortuitos que entonar<br />
melancólicas canciones marineras.<br />
La nieve cae sobre la tierra desnuda.<br />
Yo enterré a Donven y a Margareta.<br />
En noches como ésta, cuando camino, sola, el piso encerado de la hostería,<br />
tráiganme una cerveza espumosa y helada.<br />
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