Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...
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Zurich, no se gesticula; los relojes no atrasan ni adelantan. No se tiran los<br />
puchos a la calle. El agua de los canales es verdosa, clara, y se distingue el fondo<br />
de piedra. Los patos se deslizan por el agua con una arrogancia imperturbable.<br />
Las muchachas que le sirven cerveza a uno susurran danke, o algo así, y no<br />
molestan, y son rápidas, exactas para dar el vuelto, proporcionar una<br />
información, atender los pedidos. Y sonríen, discretas, rubias, lechosas,<br />
eficientes. Y si uno, por hábito, por esas analogías extravagantes en las que<br />
incurre el recuerdo de lecturas apresuradas, evoca a Mrs. Bloom —por cuyas<br />
venas, está escrito, corría sangre judía, irlandesa y española—, termina por creer<br />
que lo sirven vírgenes algo excedidas de peso. Pero cualquiera de los dos —yo,<br />
que supe, de boca de un viejo tejedor, cuánto se paga por una apuesta y cuánto<br />
por un silencio, y el otro (¿el otro?), que transita con una cara prestada— que<br />
introduzca un par de francos en una máquina tragamonedas, de ésas que se<br />
repiten, cada cuadra, por la Militar Strasse, puede adquirir un paquete de Kent<br />
o un librito cuyo título fascinaría al marido de Mrs. Bloom: 268 formas distintas<br />
de hacer el amor.<br />
Terminaron por aceptar que patee lo que sea pongan debajo de mis pies. ¿No es<br />
bueno eso?<br />
Miro los dibujos de Jordán, expuestos en una vitrina de vidrio. Son pocos:<br />
caras de bebés mofletudos, de chicos desnudos y sonrientes, de abuelas<br />
desdentadas y pícaras. Miro la fotografía de su ejecución, que un oficial de<br />
Mussolini depositó en los archivos de la Sigurezza. Tres postes, un travesaño,<br />
una silla. Jordán, de pie en un tablado, alto y flaco, con una soga al cuello,<br />
desprovisto de papeles identificatorios, casi calvo, afeitado, sin un cigarrillo en<br />
la boca, tiene las manos atadas a la espalda.<br />
Adiós y hasta pronto, Jordán.<br />
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