Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...
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me dices... ¿Conoces a Sara? Una mujer comme il faut... Por vida: no es para<br />
reírse. Si pasas por Italia, búscame. Puedo lograr que coloques reportajes,<br />
artículos, en Paese Sera... Sírvete, sírvete, querido: Sara es hospitalaria,<br />
¿comprendes? Vamos a lo de Cecilia, una muchacha formidable. Se separó de<br />
Sigal... No te pregunto nada. Nos vemos en Aerolíneas, bene?<br />
Me levanto el cuello del impermeable. Verano en Buenos Aires, enero en<br />
París: eso es todo. Arco de Triunfo. Barreras. Un escuadrón de coraceros —<br />
caballos blancos y grises, cascos dorados, penachos— escolta un auto negro. Las<br />
banderas restallan sobre la calle húmeda, sobre caras fofas y laxas, sobre el<br />
pulcro galope de la antigua gloria, sobre piedras funerarias.<br />
Vani me habló de vos. El departamento es un desastre: la muchacha se<br />
enfermó... Nene, el señor es amigo de mami. Me tiene loca este chico, creéme. Se<br />
vuelve histérico cuando recibo un amigo... Pasá a las ocho y media y te presento<br />
a Claude. Es fantástico. Tiene un perro ovejero; no paga los impuestos. El nene<br />
duerme a esa hora.<br />
Hombres no faltaban; faltaban balas, dice Mihalach. A los nazis no los<br />
fusilen, dispuso Mehmet. Mátenlos a cuchillo. Y a los colaboracionistas.<br />
Fui alumno de francés en el liceo de Korcha, dice Mihalach. Tenía 19 años<br />
en 1941; Jordán, 30. Caminábamos en la nieve sin borceguíes, sin mantas.<br />
Aprendimos a usar el cuchillo, a carnearlos. Pero antes de entrar en combate,<br />
nos besábamos en las mejillas, a la vieja usanza.<br />
Marx definió el imperio otomano como el más grande estado feudal y<br />
militar que jamás se haya conocido. Y elogió a los albaneses por haber salvado a<br />
la civilización europea; porque contribuimos a que no se detuviera el avance de<br />
la burguesía. Y Venecia, esa ciudad fenicia, estaba detrás de los turcos, los<br />
financiaba con su oro. Nosotros, aquella noche de noviembre, en la casa que<br />
eligió Jordán, cantamos, mirándonos a los ojos, joven guardia, joven guardia / no<br />
le des paz ni cuartel / paz ni cuartel. Y dijimos: muerte a Venecia. ¿Crees que<br />
cumplimos?<br />
Yo también miro caer la nieve. Digo:<br />
—El yogur, Mihalach, calma los escozores del corazón.<br />
Volví a Tirana en marzo del 42. Con Branko Cadia y Perlat Rexhepi instalamos la<br />
imprenta clandestina más grande y potente de que se tenga memoria en la historia de<br />
Albania. No presumo: estoy muy lejos de pedirle clemencia a la eternidad. Branko y<br />
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