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Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...

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En la calle, les informé, tenemos gente que vigila.<br />

Saben para qué están, preguntó M. Ustedes conocen a M.: fue, de los nuestros,<br />

uno de los pocos que combatieron en España.<br />

Saben matar, dije.<br />

Tenemos gente, dije, en las casas que dan a la salida y a la entrada de la calle. Y<br />

frente a la QUESTURA... En cuanto a la casa: si los fascistas alcanzan el patio, los<br />

haremos pedazos. Contamos con dos ametralladoras y una caja de granadas... En cuanto<br />

a la retirada: salten por esa pared y corran hasta aquel galpón. De ahí en diez minutos,<br />

los sacarán del barrio.<br />

Pongámonos a trabajar, dijo A.<br />

Recorro la casa; subo al primer piso; me detengo frente a las vitrinas que<br />

guardan las anotaciones de los que cayeron en combate (y que la policía de la<br />

Questura recogió prolijamente). Miro sus sacos, sus bufandas y sobretodos<br />

rasgados, hace treinta años, por las balas de la Sigurezza, sus fotos, sus<br />

silenciosos relojes. Contemplo esas caras, la seca geometría de esas mandíbulas,<br />

esas cabezas de huesos duros y carnes magras, beduinas, calabresas,<br />

peninsulares. Y a A., solo en otra foto, el sombrero de ala ancha en la mano,<br />

elegante aún, que evoca vagamente —¿por el impermeable?, ¿por los ojos?, ¿por<br />

los labios que envejecen, pálidos y crueles?— al Sam Spade de Bogart en El<br />

halcón maltés.<br />

SI DESEA PAZ PARA SU FAMILIA,<br />

SEGURIDAD Y EL BIEN DEL PAÍS<br />

¡COLABORE!<br />

HABLE, NO TEMA A LOS DEMONIOS<br />

DE LA NOCHE<br />

106<br />

Oberkommando<br />

El hombre entró a la celda. Revisó mis manos y mi cuello, y muy lenta y<br />

claramente dejó caer, en mi oído, las palabras intraducibles que, ustedes saben, sólo a<br />

unos pocos les fueron confiadas. Después, el hombre que entró a la celda dijo que se<br />

llamaba Antonio. Y luego: Vendré por la noche, a buscar sus papeles. ¿Desea algo?<br />

¿Qué desea un combatiente condenado a muerte? ¿El milagro imposible? ¿La<br />

libertad? ¿Palpar con los ojos la luz de la victoria? ¿Las tetas de una griega? Le pedí<br />

cerveza.<br />

El hombre de los cristales gruesos se volvió hacia los guardias parados en la puerta

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