Rivera, Andrés – Cuentos escogidos [pdf] - Lengua, Literatura y ...
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Duermo. Es decir: la máscara come queso, fuma, camina, duerme, deja<br />
morir su tiempo.<br />
Anochece. Vuelvo al hotel. Me tiro, vestido, en la cama. Escucho las voces<br />
de unas suecas viejas que retornan de sus exploraciones por París, las cámaras<br />
fotográficas colgadas de los hombros, los ojos líquidos, las mejillas enjutas y<br />
arrugadas.<br />
La alemana está frente a mí. Me agradan los mezclados, dice la mujer que<br />
habla español. Lamento decepcionarla: no soy mestizo (o mulato, para ponerme<br />
a tono: en París son devotos del tropicalismo). La alemana me mira. Llegué aquí<br />
en el cuarenta y cinco; mi hombre era petainista. ¿Usted habla del mariscal<br />
Pétain?, le pregunto, tirado en la cama, mirándola, el cigarrillo que humea entre<br />
mis labios. Sí, dice la mujer que, parada al pie de la cama, suda. ¿Ese señor con<br />
cara de abuelo rural?, pregunto, tirado en la cama, mirándome la punta de los<br />
zapatos. Sí, sonríe la mujer que habla español. No me gustan los abuelos<br />
rurales, confieso, las manos debajo de la nuca. Mi hombre desapareció, suspira<br />
la alemana. ¿Usted se llama Ema?, le pregunto a la mujer que un petainista<br />
abandonó. No, dice la mujer sin hombre. ¿Naná? No. ¿Cómo se llama usted?<br />
Justine, dice la alemana. Gotas de sudor sobre el labio superior de Justine.<br />
Introduce una mano, que arde, debajo de mi camisa. Mezclado, murmura.<br />
Insisto, con algún pesar: nací en Villa Crespo. Su cara pende sobre la mía.<br />
Oscila. Se acerca. Capas geológicas de cold cream, perfumes, succiones en el<br />
cuello de la alemana, en el nacimiento de los pechos, muescas de lenguas de<br />
hierro. Detengo, con mi mano, la enloquecida fuga de sus dedos. Digo: Prefiero<br />
el nombre de Albertine. Ella me sonríe, una rodilla en la colcha de la cama.<br />
¿Albertine?, repite, la sonrisa congelada en los labios carnosos y húmedos.<br />
Digo: Cementerio de Père Lachaise. ¿Père Lachaise?, repite, la alemana, con<br />
algún estupor. No toqué el timbre. La mujer que habla español suda. Huelo su<br />
sudor. Me agradan a mí los mezclados, proclama Justine, arrebatada de un<br />
poblado bávaro por un hijo de la Francia eterna y de un milico con cara de<br />
abuelo rural. Digo: Lo sé. Pero no toqué timbre.<br />
Par nécessité d’HYGIÈNE GÉNÉRALE<br />
nous vous prions de vous<br />
abstenir de Fumer dans le<br />
SERVICE MÉDICAL.<br />
LA DIRECTION GÉNÉRALE<br />
CERTIFICATS INTERNATIONAUX DE<br />
VACCINATION<br />
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