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Contra todo pronóstico

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Capítulo 1<br />

8<br />

LISA KLEYPAS<br />

Había dos formas de escoger un marido: con la cabeza o con el corazón.<br />

Siendo una joven sensata, Lydia Craven había hecho naturalmente lo primero. Lo<br />

cual no quería decir que a ella no le importase su futuro marido. En realidad, le<br />

gustaba mucho Robert, Lord Wray, el cual era bueno y afable, con un encanto<br />

tranquilo que nunca crispaba los nervios. Era guapo de una manera accesible, sus<br />

rasgos refinados proporcionaban el marco perfecto para un par de inteligentes ojos<br />

azules y una sonrisa que era empleada en cierto modo con diplomacia.<br />

No había duda en la mente de Lydia de que Wray nunca se opondría a su<br />

trabajo. De hecho, el compartía su interés por las matemáticas y las ciencias. Y se<br />

llevaba bien con su familia; su poco convencional y unida familia, que había sido<br />

bendecida con una enorme riqueza pero que poseía un particularmente mediocre<br />

pedigrí. Decía mucho a favor de Wray que pudiese pasar por alto tan fácilmente la<br />

ascendencia innoble de Lydia…pero entonces, como ella pensaba irónicamente,<br />

una posible dote de cien mil libras podría ser un sabroso condimento incluso para el<br />

más plebeyo de los platos. Desde que Lydia cumplió la edad de dieciocho dos años<br />

antes, había sido fervientemente perseguida por una legión de cazafortunas. Sin<br />

embargo, como un igual que había heredado su propio y considerable legado,<br />

Wray no tenía necesidad del dinero de Lydia; otro punto a su favor.<br />

Todos aprobaban la unión, incluso el sobreprotector padre de Lydia. La única<br />

objeción leve había venido de su madre, Sara, quien había parecido vagamente<br />

perturbada por su determinación a casarse con Wray.<br />

—El conde parece ser un hombre bueno y honorable—, había dicho Sara<br />

mientras ella y Lydia caminaban por los jardines de la propiedad Craven en<br />

Herefordshire. —Y si él es el único en el que has puesto tu corazón, diría que has<br />

hecho una buena elección…<br />

— ¿Pero…? —había insistido Lydia.<br />

Sara se quedo mirando pensativamente la abundante y fértil plantación de<br />

dorados botones de oro y lirios amarillos que cubrían el cuidado y pavimentado<br />

paseo. Había sido un cálido día de primavera, el pálido cielo azul realzado con<br />

algodonosas nubes.<br />

—Las virtudes de Lord Wray son indiscutibles —había dicho Sara—. Sin<br />

embargo, el no es la clase de hombre con quien me imaginaba que te casarías.<br />

—Pero Lord Wray y yo somos muy parecidos —había protestado Lydia—. Para<br />

empezar, él es el único hombre que conozco que se tomó la molestia de leer mi<br />

articulo sobre geometría multidimensional.<br />

—Por supuesto, él debe ser admirado por ello —había dicho Sara, sus ojos<br />

azules brillando con una repentina e irónica diversión. Aunque Sara era una mujer

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