Contra todo pronóstico

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LISA KLEYPAS
—Nuestros otros hijos —explicó ella—. Voy a ayudar a cada uno de ellos a
encontrar el amor verdadero, tal y como he ayudado a Lydia.
Alzándola con facilidad, Derek la llevó hasta la cama.
— ¿Ayudarla de qué forma?
—Le di la oportunidad de hablar con el doctor Linley en privado —dijo Sara—.
Estaba segura de que si pasaban un poco de tiempo juntos sin ser interrumpidos,
ellos reconocerían sus sentimientos, y luego...
—Espera —le interrumpió Derek; sus ojos verdes se entrecerraron cuando la
dejó caer sobre el colchón. Él avanzó lentamente sobre ella, y puso sus codos a
ambos lados de su cara—. ¿Me estás diciendo que quién los encerró en ese maldito
sótano... fuiste tú?
Ella sonrió con travesura.
—Tú me dijiste que les diera un pequeño empujón en la dirección correcta si
encontraba ocasión. Y eso hice.
La expresión de Derek era de incredulidad.
— ¡Yo no quería decir que encerraras a mi inocente hija en el sótano con un
mujeriego como Linley!
—Lydia no estaba encerrada. Podía haber salido en cualquier momento si
hubiese querido.
— ¡Las puertas estaban cerradas!
—No todas —viendo su desconcierto, Sara sonrió complacida—. ¿No
recuerdas el pequeño pasadizo que va desde la parte de atrás del sótano hasta el
invernadero? Los niños todavía lo usan cuando juegan a los piratas. Lydia sabía
perfectamente que está allí. La única razón por la que permaneció en el sótano
con Linley, fue que ella así lo quiso. ¿Y todo salió bien, verdad?
Derek gimió y dejó caer su cabeza contra el colchón.
— ¡Dios mío! No sé a quién compadezco más, si a Linley o a mí.
Sabiendo exactamente como desarmarlo, Sara abrió su traje de seda y
enredó sus piernas con las de él.
—Compadécete a ti —dijo ella, mientras sus manos vagaban afanosamente
dentro de sus ropas— Estás a punto de ser violado.
Ella sintió la risa de Derek contra su cuello.