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LISA KLEYPAS<br />
para ti, está bien. Pero tú tendrás que aceptar la clase de vida que yo puedo<br />
proporcionarte. Eso significa nada de aceptar regalos como mansiones, lujosos<br />
carruajes o cosas similares por parte de tu familia.<br />
Lydia separó los labios para argumentar en contra, pero luego cerró la boca.<br />
Si eso era lo que él necesitaba para conservar su orgullo y su autoestima, ella<br />
tendría que adaptarse a ello. ¿Por el amor del cielo, cuánto necesitaba ella para<br />
ser feliz? Ella tendría su trabajo, y una vida confortable y, lo más importe de <strong>todo</strong>, un<br />
marido que la amaba. Esto era infinitamente mejor que la vida lujosa pero vacía<br />
que tendría como Lady Wray.<br />
Fue hacia él y colocó sus brazos alrededor de su cintura, emocionada por la<br />
libertad de poder tocarlo.<br />
— ¿Y que pasa con el dinero que gano con mi trabajo? ¿Tienes alguna<br />
objeción si nos quedamos con él?<br />
Él frunció el ceño.<br />
— ¿Es una pregunta hipotética, o realmente has ganado algo?<br />
Ella hizo un modesto encogimiento de hombros.<br />
—He ganado un poco por aquí y por allí, inventando cosas. El año pasado<br />
diseñé un transmisor modificado para la compañía de telégrafos... y tengo una idea<br />
acerca de la propulsión atmosférica...<br />
— ¿Cuánto has ganado hasta ahora? —preguntó él con desconfianza.<br />
—Solamente unos miles.<br />
— ¿Cuántos miles?<br />
—No más de... digamos, unos veinte. —La suma no era nada comparada con<br />
la fortuna de los Craven, pero Lydia sabía que una persona corriente consideraría<br />
esto una cantidad considerable.<br />
Jake cerró los ojos y apuró el resto de su vino.<br />
—Lo siento —dijo Lydia a toda prisa—. Es sólo que parece que los Craven no<br />
podemos estar sin hacer dinero. Está mi padre, desde luego, y luego mi madre ha<br />
ganado bastante con sus novelas, y el año pasado a mi hermano Nicholas se le<br />
metió en la cabeza la idea de abrir una empresa de transportes de barcos<br />
propulsados...<br />
— ¡Nicholas tiene solo dieciocho años! —dijo él, mirándola con evidente<br />
incredulidad.