Contra todo pronóstico

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“CONTRA TODO PRONOSTICO”
— ¡Oh, sí! —replicó ella, sonriendo renuente ante su broma—. Siempre pienso
que sé qué es lo mejor. Y odio admitir que me equivoco. Mi familia dice que podría
discutir hasta con una lámpara de pie.
—Me gusta las mujeres de temperamento fuerte.
— ¿Aún cuando son obstinadas e irracionales? —preguntó ella con un tono
auto despectivo.
—Especialmente ésas, si son tan bonitas como tú —contestó él, acabando su
vino y dejando la copa a un lado.
El elogio hizo que la recorriese una oleada de placer.
— ¿Te gusta discutir? —preguntó ella sin aliento.
—No, pero me gustan las reconciliaciones —su vista se deslizó por su cuerpo
con una apreciativa mirada—. Es mi turno. Ya conocemos mi escandaloso pasado.
También confesaré una completa falta de ambición. Prefiero mantener mi vida tan
sencilla como sea posible. Tengo pocas necesidades, aparte de una agradable
casa en la cuidad, un buen caballo y algún viaje ocasional al extranjero.
Lydia encontró esto difícil de asimilar. Cuán diferente era de su querido padre,
cuyo apetito por triunfar y conquistar daba muestras de ser ilimitado. La capacidad
de ser feliz con lo que uno posee, ¿era un defecto o una virtud?
— ¿Y si heredaras una fortuna? —preguntó ella, lanzándole una escéptica
mirada—. ¿Realmente lo regalarías todo?
—A la primera obra de caridad u hospital que encontrase —contestó él sin
vacilar.
— ¡Oh! —frunciendo el ceño, Sara fijó su mirada en sus rodillas cubiertas por
varias capas de ropa—. Supongo entonces que casarse con una heredera sería
inaceptable para ti.
—Sí.
Ella continuó frunciendo el ceño.
—Creo que no sería un destino tan terrible casarse por dinero. Tendrías
muchos criados, cosas bonitas y una gran mansión...
—Yo no deseo nada de eso. Antes preferiría que me colgasen que ser
conocido en todo Londres como un maldito caza fortunas.
— ¿Aunque no fuese verdad?
—No importa si es verdad o no. Es lo que todo el mundo diría.