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Contra todo pronóstico

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35<br />

“CONTRA TODO PRONOSTICO”<br />

Él podría desviar fácilmente la cuestión. En cambio, la miró fijamente, con ojos<br />

tristes.<br />

—Sin falsa modestia, soy muy bueno en lo que hago, pero en mi profesión,<br />

encontrar muerte y dolor es inevitable. A veces es el infierno en la tierra, intentando<br />

ayudar a alguien con una herida mortal o una enfermedad incurable, teniendo a<br />

un marido al lado que me pide que salve a su esposa, o a un niño que me pide que<br />

no deje morir a su madre. A menudo, a pesar de mis mejores esfuerzos, fracaso.<br />

Intento encontrar las palabras correctas, ofrecer consuelo, dar una explicación de<br />

por qué pasan las cosas... pero no hay palabras —su cara se ladeó parcialmente,<br />

pero ella vio el débil rubor que coloreaba su mejilla bronceada—. Recuerdo la cara<br />

de cada paciente que ha muerto bajo mi cuidado. Y en las noches que no puedo<br />

dejar de pensar en ellos, necesito algo... alguien... que me ayude a olvidar. Al<br />

menos durante un rato —él le echó un vistazo con cautela— Últimamente esto no<br />

me está funcionando muy bien.<br />

Lydia nunca había imaginado le hablaría con tan cruda honestidad. Parecía<br />

tan seguro de sí mismo, tan invulnerable.<br />

— ¿Por qué sigues entonces siendo doctor, si ello te produce infelicidad? —le<br />

preguntó ella.<br />

La garganta de Jake produjo un sonido entrecortado por la risa.<br />

—Porque hay días que logro hacer las cosas bien y entonces ayudo a alguien<br />

a vivir contra <strong>todo</strong> <strong>pronóstico</strong>. A veces me llaman para que vaya a ayudar a nacer<br />

a un bebe, y cuando miro esa nueva vida en mis manos, me lleno de esperanza —él<br />

sacudió la cabeza y miró fijamente la pared, como si mirara a través de una gran<br />

distancia—. He visto milagros. De vez en cuando el cielo sonríe a la gente que más<br />

lo necesita, y ellos reciben el mejor regalo de <strong>todo</strong>s, una segunda oportunidad para<br />

vivir. Y entonces agradezco a Dios el ser médico y sé que nunca podré ser otra<br />

cosa.<br />

Lydia lo miró como si hubiese recibido un golpe, mientras su corazón pareció<br />

contraerse con un peculiar y dulce dolor. «Oh, no». Pensó ella con un sentimiento de<br />

turbación y pánico.<br />

En un momento, <strong>todo</strong> su engreída autocomplacencia se había esfumado.<br />

Mucho temía que se había enamorado de un hombre al que conocía durante<br />

años... un hombre tan familiar y a la vez tan desconocido.

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