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Contra todo pronóstico

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Prólogo<br />

3<br />

“CONTRA TODO PRONOSTICO”<br />

Si algún hombre sabía aguantar bien la bebida, ese era Jake Linley. Dios sabia<br />

que tenía mucha práctica en eso; y era una buena cualidad, por cierto, de otro<br />

modo estaría tambaleándose borracho en ese momento. Desafortunadamente, no<br />

importaba cuanto bebiera esta tarde, no iba a adormecer la amarga conciencia<br />

de lo que nunca podría tener.<br />

Jake estaba cansado, y acalorado, su mordaz resentimiento parecía<br />

aumentar con cada momento que pasaba en el lujoso y abarrotado salón de<br />

baile. Separándose de un grupo de amigos, deambuló hacia una galería que<br />

bordeaba la habitación, mirando al cielo que surgía oscuro y tranquilo más allá de<br />

una hilera de centelleantes ventanas. Al final de la galería, Robert, Lord Wray,<br />

estaba rodeado por una sonriente multitud de amigos y gente que lo felicitaba,<br />

<strong>todo</strong>s ellos dándole la enhorabuena por el compromiso que había sido anunciado<br />

hacía una hora.<br />

A Jake siempre le había gustado Wray, un tipo bastante agradable cuya<br />

combinación de inteligencia e inofensivo ingenio lo hacía bienvenido en cualquier<br />

compañía. Sin embargo, en este particular momento, un sentimiento de desprecio<br />

se retorcía dentro del estómago de Jake cuando miraba al hombre. Envidiaba a<br />

Wray, quien no llegaba a comprender el alcance de su buena fortuna habiendo<br />

ganado la mano de Lydia Craven. Se decía ya que el enlace beneficiaba más a la<br />

señorita Craven que a Wray, que la posición social de ella progresaría<br />

enormemente cuando su fortuna se uniera a un título respetable. Jake sabía más.<br />

Lydia era el verdadero premio, a pesar del origen vulgar de su familia.<br />

Lydia no era una belleza convencional. Tenía el pelo negro de su padre y su<br />

ancha boca, y una barbilla que era demasiado firme para una mujer. Su figura era<br />

delgada y de pechos pequeños, quedándose corta en el estándar voluptuoso que<br />

se consideraba tan deseable. Pero había algo irresistible en ella, quizás la<br />

encantadora distracción que hacía que un hombre quisiera cuidar de ella, o el<br />

fascinante toque de picardía que latía bajo su meditabunda fachada. Y por<br />

supuesto estaban sus ojos…ojos de un verde exótico que parecían estar fuera de<br />

lugar en tan dulce e infantil cara.<br />

Suspirando forzadamente, Jake abandonó la calurosa galería, saliendo hacia<br />

la fría noche de primavera. El aire era húmedo y fecundo, impregnado con la<br />

fragancia de rosas de Jericó que florecían en las terrazas de los jardines de abajo. El<br />

ancho, pavimentado sendero se extendía a lo largo de una serie de estrechos<br />

lechos rectangulares llenos de geranios y una densa bruma de blancos botones de<br />

plata. Jake paseó sin rumbo a lo largo del sendero, casi hasta el final, donde<br />

serpenteaba suavemente hacia un conjunto de escalones de piedra que<br />

descendían a los jardines inferiores.

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