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Contra todo pronóstico

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27<br />

“CONTRA TODO PRONOSTICO”<br />

Debería sentirse feliz. Su cabeza debería estar llena de sueños. En todas las novelas<br />

que había leído, el día de la boda de una chica era la ocasión más maravillosa de<br />

su vida. Si eso era cierto, ella era una vez más diferente del resto, porque no lo<br />

esperaba con ilusión. Ella siempre había deseado ser como los demás.<br />

Siempre había intentado imitar a sus amigas y había fingido interés por<br />

muñecas y juegos de interior, cuando en realidad había preferido mucho más subir<br />

a los árboles y jugar al ejército con sus hermanos. Más tarde, cuando sus primas<br />

habían estado absortas con la moda, las intrigas románticas y otros entretenimientos<br />

propios de chicas, ella había entrado en el fascinante mundo de las matemáticas y<br />

la ciencia. No importó cuánto la amó y protegió su familia, ellos no pudieron<br />

apartarla de los viles rumores y susurros malintencionados que insinuaban que era<br />

poco femenina, poco convencional,... peculiar.<br />

Ahora, había encontrado un hombre que era considerado por <strong>todo</strong>s como un<br />

buen partido, y que incluso compartía sus aficiones. Cuando se casara con Wray,<br />

ella finalmente sería aceptada. Sería parte de la multitud, en vez de distinguirse de<br />

ella. Y eso sería un alivio.<br />

¿Por qué, entonces, no era feliz?<br />

Lydia se frotó sus doloridas sienes mientras pensaba con preocupación en<br />

silencio. Necesitaba hablar con alguien sabio y comprensivo, que la ayudara a<br />

eliminar esas inexplicables punzadas de decepción y deseo que Jake Linley había<br />

despertado en ella. Su padre. Ese pensamiento la calmó de inmediato. Sí, ella se<br />

encontraría con su padre más tarde esa misma noche. Siempre era capaz de<br />

hablar con él sobre cualquier tema, y sus consejos, aunque dichos con crudeza,<br />

eran siempre confiables.<br />

Sintiéndose ligeramente mejor, sacó un taco de papel y un lápiz de su bolso y<br />

los colocó sobre la mesa. Justo cuando empezaba a escribir una larga secuencia<br />

de números sobre un trozo de papel ya emborronado por garabatos anteriores,<br />

escuchó el sonido de unos pasos.<br />

Frunciendo el ceño, levantó la cabeza y se encontró con la severa cara de<br />

Linley.<br />

— ¿Por qué está usted todavía aquí?<br />

—Está cerrado —dijo él con voz cortante.<br />

— ¿La puerta exterior? Pero eso es imposible. Tendrían que haberla cerrado<br />

desde el exterior.<br />

—Bueno, así es. Lancé <strong>todo</strong> mi peso sobre ella y esa maldita puerta ni se<br />

movió.

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