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“CONTRA TODO PRONOSTICO”<br />
hasta un color ámbar oscuro. Sus manos grandes y gentiles se movían sobre su<br />
pierna.<br />
—Sólo es un pequeño esguince —dijo él—. Le aconsejo que guarde reposo<br />
durante los próximos dos días.<br />
—Bien —había contestado ella sin aliento.<br />
Hábilmente él le vendó el tobillo con una servilleta de lino que había<br />
encontrado en la cesta del picnic.<br />
—Mi maletín está en la casa —murmuró él—. Si me permite llevarla hasta allí,<br />
vendaré su tobillo correctamente y le aplicaré algo de hielo... y le daré algo para el<br />
dolor, si quiere.<br />
Lydia había contestado haciendo un movimiento afirmativo con la cabeza.<br />
—Siento ser un problema —Ella jadeó cuando él la levantó con cuidado<br />
contra su pecho. Su cuerpo era duro y musculado, sus hombros robustos bajo sus<br />
manos.<br />
—No es nada —contestó alegremente él, ajustando sus brazos alrededor de<br />
ella—. Rescatar doncellas heridas es mi pasatiempo preferido.<br />
Hasta que había llegado el disgusto de Lydia, aquel primer encuentro con<br />
Jake Linley había empezado con un encaprichamiento descontrolado por parte de<br />
ella, que había durado aproximadamente cuatro horas. Ese mismo día más tarde<br />
ella había escuchado por casualidad un trocito de conversación entre él y otro<br />
invitado de ese fin de semana.<br />
—Demonios, Linley —había comentado el otro invitado—. Ahora puedo<br />
entender porque se hizo médico. Usted ha logrado meterse debajo de las faldas de<br />
cada mujer atractiva de Londres, incluida la hija de Craven.<br />
—Solo en sentido profesional —había sido la sardónica respuesta de Linley—. Y<br />
le aseguro que no siento absolutamente ningún interés por la señorita Craven.<br />
El comentario había herido y mortificado a Lydia, matando sus ilusiones<br />
románticas de una forma desagradablemente abrupta. Desde entonces, Lydia<br />
había tratado con frialdad a Linley siempre que ellos se habían encontrado. Con los<br />
años, su antipatía mutua fue aumentando hasta el punto que no podían estar juntos<br />
en la misma habitación sin enzarzarse en una disputa, que <strong>todo</strong>s los demás se<br />
apresuraban a apaciguar. Lydia había intentado ser indiferente a él, pero había<br />
algo en él que la provocaba hasta lo más profundo de su alma. Cuando estaba<br />
con él, se encontraba diciendo cosas que no pensaba, y cavilando sobre sus<br />
díscolos encuentros mucho tiempo después de que ellos se separaran. Durante una<br />
de sus batallas, Linley le había dado el enfurecedor apodo de ―Lydia Logaritmos‖,<br />
con el que la familia y amigos todavía de vez en cuando solían embromarla.