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Contra todo pronóstico

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17<br />

“CONTRA TODO PRONOSTICO”<br />

—Lo siento —dijo ella con una avergonzada sonrisa—, pero milord, he tenido<br />

una idea de lo más interesante sobre la máquina de análisis de probabilidad...<br />

—Esto es una velada —dijo él con un juguetón movimiento de sus dedos—. Tú,<br />

como se supone, deberías bailar, o chismorrear, o estar junto a la mesa de<br />

refrigerios. ¿No ves a todas esas jóvenes damas disfrutar con ello? Eso es lo que<br />

deberías estar haciendo.<br />

Lydia dio un malhumorado suspiro.<br />

—He estado haciendo eso durante las últimas dos horas, y me faltan al menos<br />

otras cuatro horas para que la velada termine. He mantenido la misma<br />

conversación con diez personas distintas, y estoy harta de hablar del tiempo y del<br />

estado de mis nervios.<br />

Wray sonrió.<br />

—Si vas a ser condesa, más vale que te vayas acostumbrando a eso. Como<br />

pareja de recién casados, nos relacionaremos bastante con la sociedad cuando<br />

empiece la temporada.<br />

—Maravilloso —dijo ella y él soltó una risa sofocada—. Ven a dar una vuelta<br />

conmigo.<br />

Colgándose de su brazo, Lydia acompañó a Wray a dar un sosegado paseo<br />

por los distintos salones de entretenimiento. Por donde pasaban eran recibidos con<br />

sonrisas de aprobación y frases de felicitación. Lydia sabía que formaban una<br />

pareja atractiva, ambos delgados y con pelo oscuro. Era obvio que Wray era un<br />

hombre de eruditas inquietudes, de buen carácter, aristocrática frente y bellas y<br />

cuidadas manos. No había nada que a él le gustase más que una larga e intricada<br />

conversación acerca de una extensa variedad de temas. Él era un solicitado<br />

invitado a la cena de cualquier fiesta, ya que entretenía a la mesa con una<br />

perfecta mezcla de ingenio y erudición. Sus conocimientos académicos eran vistos<br />

con aprobación general, ya que un caballero podía seguir tales inquietudes,<br />

siempre y cuando no trabajara y no pretendiera ganar dinero con ello.<br />

Dejaron de hablar con un grupo de amigos y Lydia sonrió con pesar cuando<br />

vio que Wray iba a embarcarse en una larga conversación. Usando su abanico<br />

como pantalla, se puso de puntillas y le susurró:<br />

—Milord... vamos a escabullirnos juntos y encontrar algún lugar privado. El<br />

invernadero o la rosaleda.<br />

—Definitivamente no. Tu padre podría enterarse.<br />

—¿No le tienes miedo, verdad?— preguntó con una incrédula sonrisa.

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