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Capítulo 2<br />
16<br />
LISA KLEYPAS<br />
En dos días, Lydia se convertiría en Lady Wray. La larga semana de<br />
celebraciones había empezado en la propiedad de Craven, con veladas<br />
nocturnas, bailes de etiqueta y espléndidas cenas. El domingo, las celebraciones<br />
concluirían con una ceremonia en la capilla familiar. Los invitados habían llegado<br />
de todas partes de Inglaterra y el Continente, hasta que cada casa privada,<br />
pensión y taberna en Herefordshire estuvieron llenas. Las veinte habitaciones de<br />
invitados de la casa solariega Craven estaban ocupadas y los sirvientes de los<br />
invitados bullían arriba y abajo como abejas en una colmena.<br />
Para Lydia parecía que últimamente cada pregunta dirigida a ella iba<br />
enfocada al tema de sus nervios, con la expectativa general de que toda joven y<br />
correcta dama debe sufrir de ataques de agitación nupcial. Desafortunadamente,<br />
Lydia se sentía bastante tranquila, declaración que pareció perturbar a <strong>todo</strong> aquel<br />
que la escuchó. Percibiendo que esa calma podría repercutir negativamente sobre<br />
Lord Wray, Lydia intentó estimular alguna punzada de ansiedad, algún temblor o<br />
contracción nerviosa, <strong>todo</strong> inútilmente.<br />
El problema era que casarse con Lord Wray era tan sensato que ella no veía<br />
ninguna razón para estar nerviosa por nada. No estaba preocupada por la noche<br />
de bodas, ya que su madre le había explicado esas cosas de tal forma que le había<br />
quitado cualquier rastro de temeroso misterio. Y si Wray demostraba ser tan<br />
aceptable amante como lo había sido besando, Lydia esperaba disfrutar bastante<br />
de la experiencia.<br />
La única cosa que constituía un problema para Lydia era <strong>todo</strong> aquel infernal<br />
entretenimiento. Normalmente ella estaba acostumbrada a días de tranquilidad en<br />
los que ella podía pensar y hacer cálculos, tanto tiempo como ella desease.<br />
Ahora, después de aproximadamente ciento veinte horas de interminables<br />
festividades, brindis, conversaciones, risas y bailes, Lydia había tenido ya suficiente.<br />
Su mente bullía con ideas que nada tenía que ver con el romance y el matrimonio.<br />
Quería terminar ya con la boda y ser libre para trabajar en su nuevo proyecto.<br />
—Lydia— le regañó Wray entre risas, mientras la interrumpía en su furtivo<br />
intento de escribir algunos apuntes durante la gran velada del viernes por la<br />
noche—. ¿Trabajando en tus fórmulas, verdad?<br />
Con aire de culpabilidad, Lydia deslizó un trozo de papel y el lápiz en el<br />
pequeño bolso de seda que pendía de su muñeca.<br />
Alzó la vista hacia Wray, cuya alta silueta predominaba sobre ella. Como<br />
siempre, su apariencia era inmaculada. Su liso y negro pelo brillaba bajo una fina<br />
capa de ungüento, su traje de noche se adaptaba a él con precisión y el nudo de<br />
su corbata de seda negra estaba perfectamente anudado.