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Contra todo pronóstico

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12<br />

LISA KLEYPAS<br />

estarlo, ¿era justo ofrecer alguna objeción? Cuando era joven, Sara había tenido la<br />

libertad de encontrar su propio marido, y su elección había sido poco convencional<br />

desde el punto de vista de cualquiera. Lydia ciertamente se merecía la misma<br />

oportunidad.<br />

Recordando los días de su noviazgo con Derek Craven, Sara se deslizó un poco<br />

más abajo dentro del agua, mientras los dedos de sus pies empujaban ociosamente<br />

la espuma de un lado al otro de la bañera. Por aquel entonces Derek había sido el<br />

propietario del club de juego más notorio de Inglaterra, haciendo una fortuna<br />

explotando la avaricia de sus clientes aristocráticos. Cuando Sara lo había<br />

conocido, Derek era ya un personaje legendario, un bastardo sin un penique que<br />

finalmente se había convertido en el hombre más rico de Londres. Nadie, y menos<br />

aún el propio Derek, habría afirmado que él era un partido factible para una joven<br />

tan ingenua como Sara. Y entonces ellos se habían atraído irresistiblemente,<br />

demasiado desesperados para tomar cualquier otra decisión.<br />

Eso era lo que le molestaba de Lydia y Lord Wray, comprendió Sara. Uno tenía<br />

la sensación de que su relación siempre se mantendría en un nivel tibio y seguro. Por<br />

supuesto, Sara era consciente de que en la clase alta, las bodas por amor se<br />

consideraban ordinarias y provincianas. Sin embargo, ella procedía del campo,<br />

había sido criada bajo la tierna dirección de dos padres que se habían amado<br />

profundamente. Cuando era joven había querido encontrar eso para sí misma, y<br />

como madre, desde luego, no quería menos para sus hijos.<br />

Sara estaba tan absorta en sus pensamientos que no oyó el sonido de alguien<br />

entrando en el cuarto de baño. De repente se sobresaltó por la visión de un<br />

chaleco deslizándose hacia la silla de madera de la esquina… seguido<br />

inmediatamente por una oscura corbata de seda. Cuando ella empezaba a<br />

sentarse, un par de musculosos brazos se deslizaron a su alrededor desde atrás.<br />

Lentamente él empujó su espalda contra la cálida pared de porcelana de la<br />

bañera.<br />

—Te he echado de menos, ángel, —susurró él.<br />

Sonriendo, Sara se relajó apoyándose contra él y jugó con los bordes de su<br />

arremangada camisa. Derek había estado fuera, en Londres, durante los últimos tres<br />

días, negociando un trato entre su compañía de telégrafos y el ferrocarril South<br />

Western para colocar nuevas líneas telegráficas a lo largo de las vías de tren.<br />

Aunque ella se había mantenido ocupada en su ausencia, los días —y las noches—<br />

le habían parecido realmente muy largos.<br />

—Llegas tarde— le dijo ella, su voz afectada con una nota coqueta—<br />

Esperaba que volvieses para la cena. Te has perdido un delicioso esturión.<br />

—Tendré que cenarte a ti, entonces.<br />

Sus largas manos se sumergieron bajo el agua.

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