7. - Euskerazaintza

470 MANUEL DE LEK.UONA.-—OBRAS COMPLETAS
que en aquella primitiva Iglesia tenía, era el de rematar y coronar el
Retablo del Altar Mayor. Y, por cierto, que no era ella sola, sino formando
un grupo, "el Calvario" : grupo que solían formarlo ordinariamente
la Dolorosa y San Juan Evangelista centrando el Crucifijo, a los
cuales se agregaba a veces José de Arimatea y Nicodemus y la Magdalena,
y otras veces Moisés y Elías.
Documentos de 1517 revelan que el grupo que coronaba el Altar
Mayor de Santiago el Viejo, era el de nuestro Cristo con la Virgen y San
Juan, más en tiempos Jose y Nicodemus, éstos disponiéndose al Descendimiento.
Disposición que debía ser córriente en Retablos de los siglos
precedéntes, XV y XIV, como aparecé en la historia de nuestra Santa
Iglesia Catedral, entre otras. El propio Cristo de la Pelota, de tan curiosa
leyenda entre nosotros, era indudable un Cristo del Descendimiento, hoy
sin el grupo que decimos, en el cual antes debieron tener papel muy importante
José y Nicodemus subidos en una doble escalera para sostener
los brazos del Señor desprendidos de la Cruz, como vemos.
Nuestro caso no es el mismo caso del Cristo de la Pelota. Sus brazos
aim no están desprendidos, sino continúan clavados en la Cruz. Pero
El está muerto. Y en su rostro Ueva impresa la característica sonrisa cadavérica,
en cuya expresión maestros tan consumados eran los escultores
de la época gótica. La sonrisa de nuestra imagen recuerda no poco a la
del famoso Cristo del Castillo de Javier, que es tradición sudaba ciertos
días, cuando el Santo hijo del Castillo se deshacía en empresas apostólicas
en la India.
Coincide con este detalle de goticismo, la técnica toda de la talla,
tan hierática en la postura tan sobria y austera en el modelado cuerpo
humanp y tan simple y delicada en el plegado de los paños femorales.
Todo ello eminentemente gótico.
El color moreno, negruzco, de la carne, también tiene réplicas abundantes
en la Imaginería de la Edad Media. El citado Cristo de Javier,
el famoso de Lezo, y sobre todo el impresionante de la Catedral de Burgos,
son tambíén morenos. No sabemos si desde su origen, o más bien
por el transcurso del tiempo. Lo que sí sabemos del nuestro, es que aun
en el siglo XVIII era de tonos claros, y que fue oscuiecido de intento,
quizás con sangre de cordero, pósiblemente por imitación del de Burgos,
ya que conla misma ocasión parece que se le puso también la saya
con que hasta hace poco lo hemos conocido, y de la cual hoy está despo-