7. - Euskerazaintza

46* MANUEL DE LEK.UONA.—OBRAS COMPLETAS
—No, hijo, no. Ante la muerte no hay ascos. Cuálquieŕá cosa...
—Es el caso que la Dama tiene que comer una vianda muy sucia,
muy sucia; que ha estado en la boca de un sapo...
—Pero, es que el remedio es seguro? Porque, siendo así, todo es
cuestión de pasar el manjar por la purificadora llama de un gran fuego...
—-Le diré a Vd. Se trata de que coma una ración de la Caridad de
los Mártires, que hoy la retiene en su boca el sapo dé la Bruja de Mekolalde.
—Y tú sabes el escondrijo del animal?
—Junto al machón del puente de Mekolalde.
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No hubo más que hacer.
El Juglar y la Dueña, escoltados por el otro Caballero, se dirigieron
al trote a Mekolalde.
Allí estaba el sapo debajo de una enorme piedra. Estaba adormecido.
Era invierno. Sin poder caberle en la bocaza, se le veía la ración de
pan y carne de la Caridad.
El háhil mozo le oprimió con el pie la parte opuesta a la boca, y el
animal, dando un quejido, soltó la presa... Presa que la Dueña reconoció
en el acto, y la cogió y la envolvió en un lienzo de seda...
Lo demás de esta historia se deja adivinar ello solo. El pan fue sometido
a una exquisita purificación, pasándola tres veees por la viva
llama de un gran fuego que encendieron en la habitación de la enferma.
Esta pidió perdón a los Santos Mártires con lágrimas. Y eomió. Y
sanó.
* * *
El Juglar no hizo pretensión de nada. Solo, sí, besó cortesmente,
gentilmente, la aún páHdá mano de la Dama curada.
Y llevándose en pago un pimpante vestido de terciopelo azul, con
un airoso gorro de lo mismo, adornado con flamante pluma de avestruz,
se fue de nuevo camino de Vitoria.
Era de día cuando caminaba. Pero, por si acaso, a su paso por
Marulanda, se santiguó tres veces.