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7. - Euskerazaintza

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46B MANUEL DE LEKUONA. OBRAS COMPLETAS<br />

"Caridad"; pero la Dama hizo asco de la ordinaria vianda, y, aunque<br />

disimuló de pronto, luego, al llegar al puente de Mekolalde, arrojó el<br />

envoltorio, que fue a parar junto a un pilar del puente.<br />

Pero, apenas las viajeras pasaron Vergara y se iban aproximando<br />

a la Villa de Mondragón, la Dama adoleció gravemente, y, sin poder<br />

continuar viaje, la hubieron de aposentar en un Palacio de la aristocrática<br />

Villa mondragonesa, PaÍacio que era también de Parientes Mayores.<br />

La noche la pasó calenturienta. Y lo mismo el día siguiente. Y los<br />

siguientes y los siguientes. Sin mejoría de ningún género. De tal manera,<br />

que se temió por un funesto desenlace. Y el rumor de la enfermedad<br />

de la rica Dama cundió por toda la Villa, hasta el punto de que era el<br />

tema de todas las conversaciones. La pobre señorita labortana se moría...<br />

Y era el caso que ningtín Físico acertaba con el mal de que adolecía<br />

la niña...<br />

Y era un sábado, y a la hora de comer arribó a un Mesón del pueblo<br />

un Juglar que iba camino de Vitoria con un mensaje. Y supo con<br />

gran pena, como todos, del mal incurable de la Doncella de Saint Pée...<br />

Pero rehechas con una suculenta comida sus fuerzas, volvió a caminar.<br />

* * *<br />

Y camjnaba ya por las proximidades de Marulanda, cuando sintió<br />

las primeras gotas de una nubeda que se echaba encima; y le pareció<br />

oportuno guarecerse de la tormenta debajo de un corpulento castaño<br />

de los muchos que había en la extensa explanada.<br />

La tormenta fue recia. Y larga. Pero él pudo guarecerse perfectamente<br />

en el interior del curpulento castaño, que era hueco como una<br />

garita.<br />

Las horas pasaban y la noche llegó a echarse encima sin que amainase<br />

el temporal, ni él pudiese continuar viaje hasta Salinas de Léniz<br />

siquiera. Y, resignado a pasar la noche en el providencial escondrijo, se<br />

puso a dormir acurrucado en su hueco.<br />

Y se durmió, en efecto, Pero... era Sábado... y Marulanda era un<br />

punto de cita de las Brujas de la contornada, un Aquelarre. Y, en efecto,<br />

a cosa de media noche le despertó un repetido paso al parecer de<br />

raras aves nocturnas, que venían a posarse allí cerca. Eran las Sorguiñas<br />

de la raya de Guipúzcoa y Alava, que iban llegando una a una en silencioso<br />

vuelo nocturno al Aquelarre de Marulanda. Sintió luego murmullo

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