7. - Euskerazaintza

FAMILIA DE LA M. CANDIDA 379
EL OFICIO DE TEJEDOR
Ya que hemos hablado del oficio de tejedor (eule en la lengua del
País) que era el oficio del padre de la M. Gándida, y, puesto que tal
oficio como artesanía hoy ya no existe, habiendo sido sustituído por la
actual industria del tejido, no estará de más que apuntemos aquí algo
que, al hombre de hoy le dé una idea de cómo se ejercía aquel curioso
oficio, y de lo que suponía en la Sociedad antigua de nuestros abuelos.
Nada diremos de las labores del lino (liñuarem penak, que dice un
cantar) es decir del segado de la planta y de su maceración y trancado,
y del cardado de la ŕibra para obtener el copo, y por fin su hilado y
blanqueado, operaciones a las que pacienzudamente se sometía la materia
del lino antes de entrar en el taller del Tejedor.
El hilado del copo de lino se verifica en familia, por las mujeres,
durante las largas veladas de invierno; y el hilo así obtenido, recogido
convenientemente en ovillos, se entregaba al Tejedor, el cual había de tejerlo
en el telar de su taller u obrador, obteniendo escrupulosamente las
piezas de tela (eun) que pudiesen resultar absolutament.e de la cantidad
de hilo entregado.
El procedimiento del tejido era fundamentalmente el mismo dé los
telares mecanizados de hoy, diferenciándose solamente por su procdimiento
manual. En la mesa del telar se tendía el doble j'uego de centenares
de hilos de la urdimbre (zuta), que habían de ser cruzados por el
hilo único de la trama (zearra) merced a la lanzadera (txirrilla) que,
danzando de un lado para otro, iba realizando la labor típica del cruce
dé hilos del tejido. Por medio de unos pedales manejaba el tejedor convenientemente,
ahora arriba, ahora abajo, la doble filatura de la urdimbré,
mientras sus manos lanzaban con un golpe como de látigo la lanzadera,
portadora dél hilo de la trama, ya a mano derecha, ya a mano
izquierdá, cruzando de este modo, como decimos, convenientemente el
hilo de la trama con la urdimbre total.
La lanzad.era, al ser lanzada por manos del tejedor, de una mano a
otra, producía un seco chasquido como de pequeña pelota de madera,
qué rítmicamente chocase contra un cuerpo duro; chasquido que con su
ritmo animaba la silenciosa labor del eule y que tan faniiliar hubo de ser
para nuestra M. Cándida.