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7. - Euskerazaintza

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330 MANUEL DE LÉKÚONA.—OBRAS COMPLETAS<br />

conservan, y por donde los defensores podían lanzar y disparar sus saetas<br />

contra todo enemigo que se pusiese al alcance de la fuerza de lanzamiento<br />

de sus arcos y ballestas. Gomo recordarán ustedes, las saeteras de<br />

Berrospe están enfiladas al Norte y al Oeste, contra los caminos de Hernani<br />

y Lasarte, es decir, contra el monte Buruntza, por cuyas dos laderas<br />

podían arribar los enemigos de aquel lado. Estas saeteras tenían forma<br />

de embudo, estrechas hacia el exterior, pero cada vez más anchas<br />

liacia el interior.<br />

Sobre estos muros bajos —los del máximo grosor, y donde están<br />

practicadas las saeteras— se elevaban dos o más pisos, donde estaban<br />

las habitaciones de los Señores y los familiares, y más arriba, otro piso<br />

con las estancias de la guarnición de los tiempos de guerra.<br />

Notarán ustedes una cosa en esta parte del edificio; y es el escaso<br />

número y la pequeñez de las vemtanns de las habitaciones... Como gente<br />

que en su mayoría y la mayor parte de la vida la hacían al aire libre del<br />

campo, aquellas gentes de la Edad Media —ni ellos ni ellas— no debían<br />

ser muy aficionados al demasiado aireamiento de sus habitaciones, donde<br />

apenas estaban más que en las horas de descansar. De ahí, sin duda,<br />

la pequeñez y mezquindad de las ventanas del edificio. Eran pequeñas<br />

además por las necesidades de la defensa; pero, eso sí, bellamente pareadas,<br />

como ven ustedes, y de forma apuntada, y con una columnita de<br />

separación llamada parteluz; y sobre todo, con una particularidad, que<br />

desde afuera no se puede observar; y es que en el grueso del muro, las<br />

ventanas, que hacia fuera eran tan pequeñitas, se van ensanchando hacia<br />

el interior en forma de embudo, como lo hemos dicho, y con la particularidad<br />

de que en aquel ensanchamiento tiene el muro un doble asiento<br />

corrido practicado en la piedra del muro mismo, asiento donde las señoras<br />

y damas de la familia se sentaban, y desde allí oteaban el paisaje<br />

circundante y el paso de la gente por'la Calzada Real •—-Caballeros, mercaderes,<br />

peregrinos, mendigos— mientras ellas bordaban o hacían encaje,<br />

o sencillamente con la rueca y el huso hilaban y más hilaban el hilo<br />

con que se habían de tejer las prendas de ropa blanca de los familiares..<br />

Solía haber además en aquel piso de las habitaciones, un detalle<br />

que podía afectar mucho al aireamiento y soleado, y era lo que se llamaba<br />

los. caidahalsos, que eran balcones corridos de madera, que se apoyaban<br />

en ciertas ménsulas de piedra salientes que suele haber en el muro<br />

exterior; cadahalsos de madera, que en tiempos de guerra constituían

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