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Lejos del nido

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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />

me quedé arreglando mi cocina y entregando las trastes prestaos y ni más<br />

saber de ellos.<br />

Luisa mortificada, interrogaba con los ojos al Alcalde, como solicitando<br />

permiso para hablar y él comprendiéndolo, le dijo:<br />

—señora, si ud. quiere puede hacerle alguna pregunta a la testigo….<br />

—Poco tendré que hablar, dijo Luisa, sólo sí que, expuso dirigiéndose a la<br />

García, quisiera saber si la niña iba muy apesarada.<br />

—Cuál, la campesinita?, ella <strong>del</strong>ante de los maromeros no decía nada, pero<br />

una vez que le dejaron sola en la pieza, y dentré por unos trastes, la encontré<br />

emperraíta, pero no me quiso decir por qué lloraba.<br />

—¡Michi!, pobre Andrea, exclamó Luisa.<br />

—¡Andrea!, dijo la testigo moviendo la cabeza,… sí... Andrea de seguro<br />

que se llamaba la muchachita, porque la ulivia le decía: ¿te gusta el nombre de<br />

Carolina?,…Carolina es bello, ¿no es cierto?... ¡Ay! niña, ese nombre de Andrea<br />

es feo...<br />

—Basta, señor, dijo Luisa atragantada y llorosa: no queda duda. Ahora en<br />

usted confió, después de Dios, para que vuelva mi pobre ángel... Mío, nó, siguió<br />

diciendo la viuda, y, dejando asomar una lágrima, ojalá lo fuera; ojalá Andrea<br />

fuera mía o estuviera a mi lado para que no pasara los trabajos que pasa; es tan<br />

bella, señor es tan inocente, tan digna de consideraciones... si usted la viera, si<br />

usted la conociera…<br />

—Bien, dijo el Alcalde a la García, puede retirarse, encareciéndole, eso sí,<br />

guarde la reserva de lo que aquí ha pasado.<br />

—¡Ah!, otra cosa: ¿sabe usted dónde se hallan actualmente los maromeros?<br />

—en Amalfi los dejó un tío mió que viene de “Los Montes”…<br />

—Y Ahora usted, señora, a Luisa, pierda cuidado, que como a la niña no la<br />

hayan sacado de Antioquia, la hago venir de donde esté.<br />

—Puedo retirarme, señor?<br />

—Todavía no, es bueno que usted y el joven que la acompaña pasen a la mesa<br />

<strong>del</strong> señor secretario a rendir la declaración, y a dejar las señales que distinguen<br />

a su protegida. Lo demás corre de mi cuenta.<br />

—Y usted, al agente de policía, sin perder minuto, sigue a Amalfi conduciendo<br />

un pliego para el Jefe Municipal de allí, al fin de rescatar la niña. Aquí<br />

vuele usted con ella, a todo trance. entre tanto que se escribe la nota, vuele a<br />

equiparse para el viaje.<br />

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