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Lejos del nido

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Juan José Botero<br />

—¡Válgame!, le dijo, perdone comadre que se me olvidaba una cosa, a ver,<br />

¿qué ha sabido últimamente de mi compadre?<br />

—Naíta, naíta, se lo llevaría el Judas.<br />

—Pero, ¿qué habrá sido la cosa?<br />

—¡unjú! pes tonga... entongao! qué le digo: allá todos los que van toman<br />

un amaño... y diay pa venisen, ay tá el toque!... Pes ellos si salen de Remedios<br />

pa acá, y cogen el camino y a poco, sin sintilo los degüelven... ¡entes negras!,<br />

es que son caratejas tuitas… Y asina toy risuelta a dicile si güelve; ni yo pa<br />

Castañeda, ni Castañeda pa yo, ai voy pasando con la misericordia de Dios, y<br />

de los güenos cristianos.<br />

—No le falte a una salud, y la pobreza no es trabajo, comadre. Ya vé: para<br />

lástimas aquello de la muchachita de mi compadres, en “el Arenal”.<br />

—Verdá, qué hubo de eso?<br />

—Yo no sé, pero en esto hay algo misterioso.<br />

—Tanté, con esos viejos tan astucieros.<br />

en estas llegó Basilio con la leña, la descargó en un rincón de la cocina,<br />

saludó a Luisa y se sentó en el extremo <strong>del</strong> banco a limpiarse el sudor con un<br />

canto de la ruana.<br />

Las comadres siguieron en su palique.<br />

—Yo no sé, comadre, dijo Luisa, la cosa de Andrea me tiene muy ida de<br />

sentido: haber salido de ella así, así, sin saberse cómo, porque lo de que se la<br />

llevara el hijo que tienen en Remedios, es cuento inventado.<br />

—Poro entonces qué la hicieron... ¡é María!<br />

—Hasta que salieron el sábado con ella a Rionegro, se sabe, y que mi comadre<br />

Romana se vino a<strong>del</strong>ante para san Antonio, y al otro día, mi compadre<br />

Mateo, solo para “el Arenal”.<br />

—Y peliaos interrumpió Basilio.<br />

—¡Peleados!, ¿cómo? —preguntó Luisa.<br />

—eh!, volvió Basilio, pes jué chiquita la que se amarraron ese día,... yo no<br />

las vide, pues?<br />

—usted estuvo con ellos, Basilio?<br />

—Hasta indespuesito que se vino mana Romana pa sanantonio, y se quedaron<br />

mano Mateo y Andrea en la plaza.<br />

—Y, por qué fue la pelea?, mi hijo, le preguntó Luisa.<br />

*<br />

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