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Lejos del nido

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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />

Y después de sacar un tizón <strong>del</strong> fuego para encender el cigarro, que dejó<br />

apagar por oir a la comadre, volvió a su asiento preguntando a ésta:<br />

—Y, santos?<br />

—¡Cúche santos!, se friegó, friegaito, friegaito…. Quesque haciendo<br />

tortulias y muy de borceguices, con lo que le cogió a Don Puluceno Merejo,<br />

y en la casa esos angelitos en pelotica, en pelotica y con la barriga chillándoles<br />

di hambre. Me parece que hasta el terrenito se lo quitan, quesque se<br />

lo había apildorado a ese hombre, con la poteca, les oigo yo, hasta lo de la<br />

muertoria vuela, dicen.<br />

—¡Pobre santos!, tan buen marido que había sido!<br />

—el, sí, y quiere mucho a susa, poro paqué, tuito lo que coje lo espilfarra,<br />

y mas luego que ni trabaja ni la deja trabajar.<br />

—Así está la cosa? dijo Luisa con aire de admiración.<br />

—¡Anjá!, pis se ha güelto un cristiano... asina que ni raja ni empriesta la<br />

hacha.<br />

esto lo dijo Jacinta, acercándose al fogón a sacar de ahí la hirviente<br />

chocolatera con el cuido para la comadre, vuelta la cara atrás, esquivando<br />

el humo.<br />

Y hubo chocolatada.<br />

Y con este puntal, más fuerza cogieron: Luisa para preguntar y Jacinta para<br />

contestarle.<br />

—Bueno, comadre, yo estaba por preguntarle una cosa, ¿cómo le fué el ótro<br />

día con el niño de encarnación cuando lo llevó a Rionegro a bautizar?<br />

—María madre de Dios!, comadre, que cuasi se me muere... ¡ecito angelito!,<br />

que le dió una abalanzadera que por nainas se me queden los brazos,... y a todas<br />

estas que el sacristán no se topaba, y el curita tira que tira de esas campanas,<br />

y el muchacho llora que llora, y yo en aquella confundición, se puede icir que<br />

engrima, engrima, ño Nicolás, el padrino, ya cuasi borracho, porque sí que le<br />

gusta... ¡ah! maldito aguardiente!...<br />

—Cipriano!, volvió a gritar Luisa, no sea cabeciduro, mi hijo, vea el niño, y<br />

si no me voy… camine, Rita...<br />

el Juradito, por esta vez hizo caso y alzando a José a la espalda se puso a<br />

hacerle caballito.<br />

Luisa, aunque veía que era hora de levantar la sesión, volvió a la comadre,<br />

para echarle un último cateíto, viendo que el filón daba buena pinta.<br />

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