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Lejos del nido

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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />

era, en una palabra, el tipo de la mandadera.<br />

Casi nada hacía ella, por su cuenta, sino en comisión, recurso este y grande<br />

para los vecinos, quienes le confiaban toda clase de trabajos o encargos, por la<br />

honradez y diligencia en cumplirlos.<br />

Resultaba, pues, que si había que llevar a Rionegro, Retiro o La Ceja, de sus<br />

vecindades, algún recién nacido a bautizar, Jacinta con el nene; niños a confirmar,<br />

Jacinta con ellos; una carta, Jacinta a llevarla; ya pollos, ya huevos, jabón, quesos,<br />

bordados, etc., etc., para los mercados, la señora de Castañeda a llevar tales cosas<br />

de los vecinos, tornando con un sinnúmero de encargos, entregando éstos y las<br />

cuentas de sus ventas con suma puntualidad, derivando de todo aquel trabajo,<br />

la pequeña pero bien ganada comisión.<br />

Jacinta, sin ser joven, no representaba mucha edad, alta, fornida y de una<br />

salud de arriero.<br />

Así pues, con tales prendas, era una providencia en la comarca, y muy<br />

querida y respetada por todos los vecinos; teniendo franca entrada a casa de<br />

ricos y pobres.<br />

Luisa le tenía especial estimación.<br />

una tarde, después de aquel desaliento que le entró a la protectora de Andrea,<br />

por distraerse un poco, y a fin de que los niños, convalecientes de su pasada<br />

enfermedad, dieran una caminada, se dirigió de paseo a casa de su comadre,<br />

“la corredora”.<br />

Cuando Luisa llegó, Jacinta se ocupaba en la cocina, tostando maíz en un<br />

tiesto de barro, y no queriendo recibirla allí, le instó a que siguieran al interior<br />

de la casucha, pero Luisa, negándose, se sentó en un banco y sacó la costura de<br />

una canasta, (trapitos de los hijos para remendar), y así, ésta, cose que cose, y<br />

aquélla revuelve que revuelve su maíz, entablaron un comadreo, a velas tendidas,<br />

cada cual con un cigarro en la boca, dándole tales chupadas y enviando tales<br />

copos de humo, que causaban envidia, hasta hacerle volver la boca agua al mejor<br />

fumador si allí se presenta en aquellos momentos.<br />

Basilio, el hijo mayor de Jacinta, se andaba por rastrojo recogiendo leña, y<br />

con Trinidad, que le seguía, despacharon a los hijos de Luisa a jugar al llanito<br />

frente a la casa. Y aquí que no pecan las comadres, con aquel pico alegre de<br />

Luisa cuando entraba en plática y la sencillez y rusticidad de la mandadera, con<br />

su hablar atropellado y golpeado.<br />

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