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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
Por la tarde llegó el viejo Mateo hecho una cuba, y soltando por la sucia<br />
boca, ajos y cebollas.<br />
Terrible fué la contienda que se armó en seguida, entre la esposa que reconvenía<br />
al esposo por lo que había hecho y éste que apostrofaba a aquélla porque<br />
no le daba de comer.<br />
Mateo en balanceo desigual, dio en un rincón de la cocina, y alli acurrucado,<br />
permaneció el resto de la tarde, metiendo con frecuencia la mano en su<br />
mugriento guarniel, para acariciar con sonrisa diabólica las monedas, fruto de<br />
su criminal venta y sacar la botella con aguardiente, a la cual le daba los más<br />
<strong>del</strong>iciosos sorbos.<br />
Por último, al caer al suelo en plena perra, con los pies sobre las piedras<br />
<strong>del</strong> fogón, se quedó dormido, más que dormido, narcotizado, entorpecido<br />
por el licor, dando ronquidos de toro, hasta el día siguiente que los rayos<br />
<strong>del</strong> sol de una mañana serena, dieron sobre su grasiento rostro, despertándole<br />
de su pesado dormir, durante el cual soñaba con los lugares que Dios tiene<br />
preparados para los réprobos, en donde vió a muchos volatineros de rabo y<br />
largas uñas, cuernos, espolines, bocas encendidas y alas de murciélago, qué<br />
lo cogían, lo estrujaban, lo comprimían, lo amasaban y luego lo hundían en<br />
calderas de plomo derretido.<br />
¡Qué sofoco!, ¡qué calor! ¡qué ahogos! ¡qué horrible cosa! Aquel cerebro tan<br />
enmarañado, aquel respirar tan impedido, que parecía como que un gigante le<br />
hubiera derribado al suelo y le tuviera puesta la rodilla sobre el pecho.<br />
Pero si cruel fué la noche, y crueles los sueños que en ella tuvo, peor<br />
fué el despertar a la luz <strong>del</strong> día, viéndose tendido en el suelo de la cocina,<br />
con una conmoción violenta, muerto de sed y de hambre, después de la<br />
mala acción de dar la niña a un desconocido; el recuerdo <strong>del</strong> robo de ésta;<br />
con su esposa al lado, mal encarada y silenciosa, como una reconvención,<br />
como un remordimiento...<br />
No hay persona, por ignorante que sea, por desalmada, empedernida y obstinada,<br />
que esté en el crimen, a quien no le llegue la hora <strong>del</strong> remordimiento,<br />
que no es otra cosa que la hora de la expiación.<br />
Y para Mateo y Romana había llegado aquélla, pues a partir de la vuelta de<br />
india sola a “el Arenal”, y de la despertada <strong>del</strong> indio en la cocina en a<strong>del</strong>ante,<br />
todo fue para ellos reniegos, reconvenciones, amenazas, sustos, insomnios y<br />
horribles pesadillas, en los pocos momentos de dormir, a tal punto, que se les<br />
veía desfallecer hora por hora...<br />
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