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Lejos del nido

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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />

—Y míra, le decía Olivia a Carolina, (así seguiremos llamándola), qué memorias<br />

tengo de aquella señora, mostrándole un fino pañuelo: con este secaba<br />

sus lágrimas ella, y como yo me quejara de la cabeza, con su propia mano me<br />

lo puso allí; pero con suma <strong>del</strong>icadeza, dejándomelo como un recuerdo, pues<br />

aunque quise devolvérselo, ella no lo recibió, ¡cuándo, si era tan generosa!...<br />

en fin, pasó aquel domingo y a los dos días, el martes, al punto que un<br />

lindo amanecer iba anunciándose por el Oriente con sonrosadas claridades, la<br />

celebrada Compañía Albertini tomaba la vía <strong>del</strong> Norte, para salir al Magdalena,<br />

echar río abajo y emigrar de Colombia, aumentando el personal con tan<br />

precioso tesoro: con aquel valioso rubí de las montañas antioqueñas, que iban<br />

a explotar… quién sabe donde!...<br />

La mañana estaba transparente y serena.<br />

el aire que corría suave y ligero, al arroparle la carita a la viajera, parecía<br />

decirle al oído:<br />

¡Adiós filomena! Cuando pase por tu casita, qué les digo a tus padres y a<br />

tus hermanos?<br />

Los pájaros que revoloteaban en los cercos <strong>del</strong> camino, también como que<br />

le dijeran en sus gorjeos:<br />

¿Por qué te ausentas avecita emigradora, hermana nuéstra, y dejas tus<br />

bosques?<br />

¿Por qué te vas tan lejos... sí... tan lejos?<br />

Vuelve atrás, tu <strong>nido</strong> todavía cuelga de la misma rama en donde lo dejaste<br />

y sus tibias pajas no se han dispersado.<br />

si sigues este camino, ¿quién volverá a descansar en aquel colchoncito de<br />

yerbecitas y secas espigas allá en las frías y eternas noches de tu ausencia?...<br />

Las quebraditas claras y retozonas, que desaguan en el riachuelo de “La<br />

Mosca”, quejándose por los tropezones que daban en las piedras, también como<br />

que metieran su cucharada al pasar la niña, gritándole:<br />

¡Adiós filomena!... y ya que no puedes retornar a los tuyos, al menos vuelve<br />

la mirada atrás, y despídete para siempre, sí, para siempre!, de los que tanto te<br />

amaron.<br />

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