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Juan José Botero<br />
tienen la puerta franca, pero es bueno que se retiren porque vamos a cerrarla,<br />
por ahora, para un ensayo.<br />
—Con su licencia, sumercé señor Deleitor, y que mi Dios se lo pague, le<br />
replicó el indio, que salía cari-contento, acariciando la moneda que le regalara<br />
Albertini, prólogo de su dorado sueño.<br />
La vieja salió, sin volver siquiera la vista atrás.<br />
Andrea apesarada, porque había simpatizado con la maromerita, y un tanto<br />
corrida, comparando su charro vestido con el de ésta.<br />
Olivia al separarse le dijo al oído:<br />
—No seas niña. Guapa como yo. Conquista a los abuelos, y tráelos esta<br />
noche.<br />
XVI<br />
Con los ocho reales, ó sea el patacón que Albertini diera a los indios, hicieron<br />
éstos entrada con Andrea a una pulpería, especie de figón, donde se regalaron<br />
de lo lindo con un almuerzo que a Andrea le supo a gloria.<br />
Después de algunos paseos por el mercado, mientras llegaba la noche, con<br />
las vueltas <strong>del</strong> patacón, Mateo se acomodó entre pecho y espalda varias copas<br />
de aguardiente, operación a la cual le acompañó su esposa, a quien también le<br />
gustaba empinar el vaso.<br />
A estas y las otras, ya calamocanos, aquel par de apuntes sin reparar que se<br />
hallaba allí presente, con Andrea, un muchacho de la vecindad en “el Arenal”,<br />
los cónyuges discutían a medida voz, pero no tan paso que dejara de oírse, el<br />
asunto venta de Andrea: la india desanimando al indio, y éste furioso con ella<br />
porque se le oponía, insistiendo con más empeño en su intento.<br />
en aquella hora comenzaron a desfilar las gentes <strong>del</strong> mercado, y Romana,<br />
sea porque le quedara un resto de pundonor, un algo de cariño, de afecto por<br />
Andrea; o porque no le llamara la atención la maroma, un poco rostrituerta con<br />
su esposo, le dejó, siguiendo sola para “el Arenal”.<br />
Miel sobre hojuelas, para Mateo.<br />
Así fué que, libre de quien le importunara, fué a instalarse con su víctima, en<br />
plena calle, frente al local de las funciones, donde se sentaron mientras llegaba<br />
la hora de consumar el sacrificio.<br />
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