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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
Qué pasó por el alma <strong>del</strong> italiano en aquel momento?, sólo Dios lo sabe,<br />
pero debió ser algo parecido a aquello que por el de Mateo y Romana pasara,<br />
cerca a la portada de “san Pablo”, la tarde dolorosa de Matilde.<br />
Albertin disimuló, se hizo el desentendido y siguió de largo.<br />
Los indios continuaron en su fingida curiosidad, como si no fuera<br />
con ellos.<br />
el maestro volatinero entró a la pieza, comido por dentro de deseos de<br />
hablar a su hombre.<br />
Los indios, más que comidos, recomidos, le pasaban por el corredor con el<br />
mismo pensar.<br />
Pero ¿cómo se entendían?<br />
A estas vino un incidente a servir de mediador y fue el siguiente:<br />
en la Compañía andaba una niña, más o menos de la edad y tamaño de<br />
Andrea, que se decía ser hija <strong>del</strong> Director, y como era despabilada, comunicativa,<br />
y además curiosa, y por casualidad saliera en aquel momento <strong>del</strong> interior de la<br />
escuela y se fijara en Andrea, al ver, aquella ridícula vestidura, sobre un cuerpo<br />
que se adivinaba elegante, sirviéndole de pedestal a rostro dulce y bello, se acercó<br />
a ella y sin rodeos le pregunto:<br />
—¿Tú, cómo te llamas?<br />
—Andrea, contestó la niña ruborizándose.<br />
—Mira: ¿por qué te acomodan esos mamarrachos?... y con una carita tan<br />
hermosa.<br />
Andrea, más ruborizada, callaba.<br />
—¡Qué lástima, dijo la maromerita.<br />
—Papá Albertini, gritó ésta, ven…ven mira esta chica que preciosa…si ella<br />
se quisiera ir con nosotros, ¡por Dios! que le daríamos muy buenos vestido…<br />
¡hu!, qué linda quedaría! ¿quieres?, dijo dirigiéndose a Andrea.<br />
esta nada contestó, arrebujándose en el pañolón.<br />
Albertini que aguardaba una ocasión propicia salió de la pieza y dijo a<br />
la niña:<br />
—¿Qué me quieres, Olivia?<br />
—Que mires a esta niña papá... ¿cómo?... a ver... nombre más feo...<br />
¿Tadea?....no... no ¡ah! sí, se llama Andrea. Mira, papacito, célebre no?...<br />
Quisiera que se fuera con nosotros, la cuidaríamos mucho pero le daríamos<br />
otro nombre... Papá: es cierto que Andrea es feo?... pero mira que la llevemos...<br />
¡ah dicha!...<br />
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