Lejos del nido
Lejos del nido Lejos del nido
* Lejos del nido del ataúd, cuando va a partir el cortejo fúnebre, que ha de conducir los fríos restos de una persona querida a su última morada. Qué coincidencia, el mismo día que la madre, acompañada de su esposo y de sus hijos, en viaje para la capital de la República, a disfrutar de inmensas comodidades, le enviaba un triste adiós a la hija perdida, ésta, acompañada de gentes extrañas, aventureros sin hogar y sin patria, dejaba a Rionegro en viaje para fuera de la República: ¿a dónde?, no se sabe… tal vez a la deshonra, a la degradación... porque quién podía adivinar lo que a la inocente niña le aguardaba? entre tanto, filomena, seguía el peligroso camino que le iba trazando con mano inexorable su hado fatal, esa fuerza superior que ordena y determina las cosas a sus fines… La huérfana avecita iba separándose más y más de sus floridos bosques! se alejaba... se alejaba del nido! XV era día sábado. La mañana, que al principio se había mostrado fría y brumosa, fue despejándose, templada con los rayos de un sol de verano que, alegre luciente, iba inundando la campiña de la tierra labrantía que forma la linda planicie de Rionegro. Hermoso, por cierto, se vela el campo por aquel lado de “Pontezuela” y de “Llanogrande”, por donde concurren el mercado las gentes de “el Arenal’, “Los Alticos” y “el Chuscal”. Los pájaros revoloteando en los guayabos y mortiños que crecen a la vera del camino, armaban tal tremolina, que por muy versados que estuviesen en su lenguaje, puede asegurarse que no se entendían unos a otros. Por la vía real y atajos se andaban las gentes en tropel y a paso largo, como las hormigas que del monte tienen a su habitación; y si a éstas se les ve llevando la carga de hojas y flores con que forman sus estancias y despensas, a aquellas se les miraba conduciendo a espaldas o brazos, el producto de sus labranzas, consistente en granos, leña, carbón, huevos, hojaldres, buñuelos, etc., etc., amén de la sarta de pollos con grillete de cabuya a pescuezo colgante. * 66
* Juan José Botero Alguno que otro labrador caminaba libre del carguío, arreando su mataloncito. en medio de este desfile marchaban preocupados y esquivos Mateo y Romana y al lado de ellos, indiferente con su cándida belleza, Andrea, como isaac siguiendo a Abraham a la cumbre del Moria. Y si aquellos primeros, los de las cargas de leña y comestibles, se andaban risueños y comunicativos, haciendo las cuentas alegres del campesino, cuando camina a la venta del producto de su trabajo, estos sí venían huraños, haciendo las cuentas diabólicas de otra clase de venta que iban disponiendo interiormente, con astucia... Porque, es de saberse, que si Mateo salió descorazonado de la pieza del maromero, a poco, y alentado por un acuerpado chisguete que se escurrió en el estanco, y acosado por el recuerdo del cajón que viera, hasta el gollete, de monedas, emprendió con mayor empeño la campaña, con la idea fija de desprenderse de Andrea a todo trance. Y es por esto, por lo que los vemos aquel sábado por la mañana, caminando con la niña para Rionegro, aseada y trajeada al gusto de Romana, para “pasársela por delante al taimado Deleitor” cómo decía el viejo. Al fin llegaron al pueblo, instalándose en una esquina de la plaza en espera de la ocasión. Al medio día cuando el payaso con sus desabridas gracias, abanderado, banda de música y séquito de boquiabiertos admiradores de sus sandeces, salió a invitar para la función, los indios se movieron, y llevados por la corriente de aquel gentío, fueron a dar al patio de la escuela. Andrea entró recelosa, estrujada por oleadas de curiosos que se disputaban los puestos inmediatos al payaso, para verle y oirle mejor; pero esto duró poco, pues en seguida desfiló aquel acompañamiento, quedando sola con los indios en tan extraño sitio. Mateo y Romana, con ese aire socarrón de los de su raza, dieron en curiosear cuerdas, tijeras, farolas, &.&., para entretener el tiempo y disimular su permanencia en aquellos lugares. en una de estas, acertó a pasar cerca de ellos el maestro Albertini, y como reparara en tan singular trío, de los dos repelentes indios y la tan simpática niña, fijó la atención en ellos, y cuál fue la sacudida que dio al reconocer allí al proponente del domingo anterior y ver con él a aquella hermosura, que de seguro era la que le había ofrecido en venta. * 67
- Page 13 and 14: Como supe la historia* Había andad
- Page 15 and 16: * Juan José Botero Al llegar aquí
- Page 17 and 18: * Juan José Botero pública, que c
- Page 19 and 20: * Juan José Botero que juguetean e
- Page 21 and 22: Y la noche llegaba. ¡faltaba del c
- Page 23 and 24: * Juan José Botero y los rayos men
- Page 25 and 26: * Juan José Botero tamente, contri
- Page 27 and 28: * Juan José Botero colos de secret
- Page 29 and 30: * Juan José Botero en tanto que ot
- Page 31 and 32: * Juan José Botero Cuando ya la ed
- Page 33 and 34: * Juan José Botero VII A la casa d
- Page 35 and 36: * Juan José Botero agua… agua ca
- Page 37 and 38: * Juan José Botero Al llegar, enco
- Page 39 and 40: * Juan José Botero —Cómo no los
- Page 41 and 42: * Juan José Botero lo que le pasab
- Page 43 and 44: * Juan José Botero la lluvia, pues
- Page 45 and 46: * Juan José Botero Y de coparcios
- Page 47 and 48: * Juan José Botero 13 de Junio. A
- Page 49 and 50: * Juan José Botero de que venimos
- Page 51 and 52: * Juan José Botero en mano, el alf
- Page 53 and 54: * Juan José Botero almorzar, dejó
- Page 55 and 56: * Juan José Botero exponiéndose,
- Page 57 and 58: * Juan José Botero calmado, por de
- Page 59 and 60: * Juan José Botero Así pues, que,
- Page 61 and 62: * Juan José Botero Afortunadamente
- Page 63: * Juan José Botero La esperanza es
- Page 67 and 68: * Juan José Botero —Cómo quiere
- Page 69 and 70: * Juan José Botero tienen la puert
- Page 71 and 72: * Juan José Botero Así fue que, a
- Page 73 and 74: * Juan José Botero XVII Dijimos an
- Page 75 and 76: * Juan José Botero A una de las co
- Page 77 and 78: * Juan José Botero —Yo no sé, m
- Page 79 and 80: * Juan José Botero —Comadre, dec
- Page 81 and 82: * Juan José Botero —¡Válgame!,
- Page 83 and 84: * Juan José Botero Luisa acababa d
- Page 85 and 86: * Juan José Botero ¡Qué tipo! Mu
- Page 87 and 88: * Juan José Botero —¿Conoció a
- Page 89 and 90: * Juan José Botero A paso largo sa
- Page 91 and 92: * Juan José Botero —¿Qué quier
- Page 93 and 94: * Juan José Botero ¡Pobre la maro
- Page 95 and 96: * Juan José Botero Andrea, emocion
- Page 97 and 98: * Juan José Botero Los indios llor
- Page 99 and 100: * Juan José Botero Arenal”, en p
- Page 101 and 102: * Juan José Botero Ya no debemos d
- Page 103 and 104: * Juan José Botero esta niña, des
- Page 105 and 106: * Juan José Botero hasta bozales,
- Page 107 and 108: * Juan José Botero —Pues piense
- Page 109 and 110: * Juan José Botero Luisa le hizo s
- Page 111 and 112: * Juan José Botero en esa noche, l
- Page 113 and 114: * Juan José Botero también le cab
*<br />
<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
<strong>del</strong> ataúd, cuando va a partir el cortejo fúnebre, que ha de conducir los fríos<br />
restos de una persona querida a su última morada.<br />
Qué coincidencia, el mismo día que la madre, acompañada de su esposo<br />
y de sus hijos, en viaje para la capital de la República, a disfrutar de<br />
inmensas comodidades, le enviaba un triste adiós a la hija perdida, ésta,<br />
acompañada de gentes extrañas, aventureros sin hogar y sin patria, dejaba<br />
a Rionegro en viaje para fuera de la República: ¿a dónde?, no se sabe… tal<br />
vez a la deshonra, a la degradación... porque quién podía adivinar lo que a<br />
la inocente niña le aguardaba?<br />
entre tanto, filomena, seguía el peligroso camino que le iba trazando con<br />
mano inexorable su hado fatal, esa fuerza superior que ordena y determina las<br />
cosas a sus fines…<br />
La huérfana avecita iba separándose más y más de sus floridos bosques!<br />
se alejaba... se alejaba <strong>del</strong> <strong>nido</strong>!<br />
XV<br />
era día sábado.<br />
La mañana, que al principio se había mostrado fría y brumosa, fue despejándose,<br />
templada con los rayos de un sol de verano que, alegre luciente,<br />
iba inundando la campiña de la tierra labrantía que forma la linda planicie<br />
de Rionegro.<br />
Hermoso, por cierto, se vela el campo por aquel lado de “Pontezuela” y de<br />
“Llanogrande”, por donde concurren el mercado las gentes de “el Arenal’, “Los<br />
Alticos” y “el Chuscal”.<br />
Los pájaros revoloteando en los guayabos y mortiños que crecen a la vera<br />
<strong>del</strong> camino, armaban tal tremolina, que por muy versados que estuviesen en su<br />
lenguaje, puede asegurarse que no se entendían unos a otros.<br />
Por la vía real y atajos se andaban las gentes en tropel y a paso largo, como<br />
las hormigas que <strong>del</strong> monte tienen a su habitación; y si a éstas se les ve llevando<br />
la carga de hojas y flores con que forman sus estancias y despensas, a aquellas<br />
se les miraba conduciendo a espaldas o brazos, el producto de sus labranzas,<br />
consistente en granos, leña, carbón, huevos, hojaldres, buñuelos, etc., etc., amén<br />
de la sarta de pollos con grillete de cabuya a pescuezo colgante.<br />
*<br />
66