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Lejos del nido

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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />

vino hecha un furia a onde ña sunción Quinchía, y él se quedó con<br />

Andrea en la plaza, en demás de borrachito… ¡ente perra!” (capítulo<br />

xviii, pp. 83-84).<br />

Como se observará, hay tres clases de lengua entreverada, la de Luisa, pulida<br />

y castiza; la de Basilio, bastante tosca y regionalista; y la de Mateo, áspera, llena<br />

de contracciones (fuera de la voz <strong>del</strong> narrador, que suprimimos en el extracto<br />

citado). Como si nos comunicase la conversación entre tres grupos sociales<br />

diferentes, y de una manera inconsciente se nos hiciera palpar, sentir por el<br />

habla, esa diferencia.<br />

espacios interiores y exteriores<br />

La descripción <strong>del</strong> interior de las viviendas es otro <strong>del</strong>eite para el lector concentrado<br />

en lo que lee. Las casas parecen reflejar el alma de sus dueños. He aquí,<br />

por ejemplo, la descripción de la vivienda de Mateo y Romana:<br />

Cuando por allá en el año de 1833 se hizo el repartimiento de los<br />

terrenos de indígenas, de “santa Bárbara”, “Zabaletas”, y “el Chuscal”,<br />

les cupo en suerte a estos malvados, un lote de tierra situado en “el<br />

Chuscal” y en un paraje llamado “el Arenal”, donde construyeron su<br />

vivienda o mejor, la miserable choza que acababan de dar a… Andrea,<br />

(será llamarla así), por morada, en cambio de la hermosa y cómoda<br />

casa de “san Pablo”.<br />

De aquella corta heredad, sólo tenían en cultivo la huerta que<br />

rodeaba la desdichada habitación, sembrada de maíz, viéndose crecer<br />

a inmediaciones de la casa, en profusión y sin orden alguno, el apio,<br />

la achicoria, verdolaga, manzanilla y demás plantas que emplea la<br />

medicina casera.<br />

Daban sombra a la cocina unas matas de higuereta, a cuyos<br />

troncos mantenían atado un cerdo, que vivía en paz y quietud con<br />

las gallinas que allí se llegaban a dormir la siesta, en los días de calor,<br />

al abrigo de las cuevas que en un barranco formaba con el hocico<br />

aquel animal.<br />

La casa pajiza, cercada con palos redondos, por cuyas junturas<br />

irregulares entraban libremente la luz, el aire y la lluvia.<br />

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