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Lejos del nido

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*<br />

Juan José Botero<br />

calmado, por dentro estaba que casi reventaba de coraje, aguardando una ocasión<br />

propicia para dar salida a todo aquel reconcentrado desasosiego.<br />

Por aquél tiempo se encontraba en Rionegro una compañía de maromeros<br />

o volatineros, que dirigía un tal Albertini, italiano.<br />

Las funciones de éstos se daban los sábados y domingos por las noches en<br />

el local de la escuela de niños, por tener un patio espacioso.<br />

Ya se sabía que en tales días amanecía pegado a la pared y en una esquina<br />

de la plaza principal un cartelón en esta forma:<br />

Compañia Albertini<br />

Gran funcion de maromas<br />

para esta noche en el local<br />

de la escuela.<br />

entrada general 4 reales<br />

” niños 2<br />

a las 8 en punto se dara principio.<br />

Bajo este cartelón o a un lado, un lienzo de tosca pintura, representando<br />

hombres y niños en trajes de payaso y en las posturas más difíciles: unos,<br />

hechos un rollo como culebras; pasando por entre las patas de un taburete<br />

con un vaso de agua sobre la frente y en equilibrio; en el aire, de balanza<br />

en mano y a gran distancia de una gruesa cuerda; otros, parados sobre un<br />

taburete o mesa, que descansa en dos patas sobre la cuerda tensa haciendo<br />

el equilibrio <strong>del</strong> diablo.<br />

A medio día, acompañado de la banda de música y precedido de un muchacho<br />

con una gran bandera, salía el payaso a caballo y pintorreado como un<br />

pielroja a convidar para la función.<br />

Y era de ver, entonces, cómo todo mundo dejaba sus ventas y compras en<br />

la plaza, para ir tras el payaso a gozar, oyéndole las patochadas; viéndole hacer<br />

visajes con cara antiartísticamente pintada; el cuerpo ataviado grotescamente y<br />

con el vestido de arlequín a la italiana. el cual payaso al llegar a una esquina de<br />

la plaza o calle, paraba el caballo, y dirigiéndose a los músicos, gritaba:<br />

—só!... só!.. só!... soooo!... maestro.<br />

Callaba la música, y en medio de las risotadas más campechanas, el bufón,<br />

haciendo que leía en un ajado papel, acompañado de los gestos más infernales,<br />

decía:<br />

*<br />

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