Lejos del nido
Lejos del nido Lejos del nido
* Lejos del nido —si, mi hija, le dijo Luisa, ocultando las suyas, eso es porque ella la quiere a ud. por lo que la visita en sueños; porque ud. es muy formalita. Y siga así bien comedida con sus padrinos que ellos al fin se cansan. —Y si viera, continuó Andrea sentándose en un banco y cruzando los brazos, que ya no me acosan tanto desde aquél día que de aquí fuimos juntas, ¿se acuerda? que no había qué comer en casa y que les llevó ud. aquellas cosas. Yo no sé qué habrá, pero mi padrino vive desde entonces calladito, calladito... él sí me hace muy mala cara, pero ya no me regaña tanto. —Dele gracias a Dios, mi hijita. —Y qué le parece mana Luisa, que el otro día estaba yo detrás de la cocina y comenzó a braviar mi padrino, y entonces fue y se le paró mi madrina por delante, con mucha furia, y le dijo: “Ya volvés viejo del día…” yo que sé, una palabra muy fea. “Ya volvés con tu molienda, por fin seme sube la ritranca y voy onde el alcalde y le renuncio lo que te dije, aunque nos lleve el patas a los juntos, viejo de quien sabe cuantos…” Así mismito le dijo, y entonces mi padrino calló la boca y se agachó a pensar. Lo tiene acosaito para que lo sepa. —Quién sabe, mi hija, dijo Luisa suspirando, en esto hay algo que no sabemos y que al fin puede resultar en bien para ud. Y dejando la piedra donde molía, sirvió mazamorra de maíz en una totumita de fondo amarillo, alcanzó una postrera de leche, y le mezcló a la mazamorra, y con el cariño de siempre se la dio a Andrea que, sentada con José en las rodillas, tomó aquello con tanto gusto, como si fuera un postrecito preparado por Matilde, allá en aquella casa de “san Pablo”. Al fin se despidieron, quedando Luisa más preocupada que antes, debido a la conversación anterior. Y así siguió aquella vida por algún tiempo, el cual fue muy bien empleado por Andrea con las indicaciones que Luisa le hacía, sobre lo que era el mundo y la buena sociedad, y las lecciones de lectura, escritura y religión que le daba. sí cada día que pasaba se notaba más y más en la niña el adelanto, el despejo; que se animaba, que trataba como de volver a su centro, a su puesto perdido. Y como es bien sabido que “De tal palo tal astilla”, en Andrea se cumplía este aforismo al pie de la letra, pues no desmentía la raza, dejando ver en todo que era de muy limpia fuente. Pero si mejoraba un poco de educación, de posición y situación seguía lo mismo, pues si bien es cierto que, en apariencia, el viejo Mateo se mostraba más * 58
* Juan José Botero calmado, por dentro estaba que casi reventaba de coraje, aguardando una ocasión propicia para dar salida a todo aquel reconcentrado desasosiego. Por aquél tiempo se encontraba en Rionegro una compañía de maromeros o volatineros, que dirigía un tal Albertini, italiano. Las funciones de éstos se daban los sábados y domingos por las noches en el local de la escuela de niños, por tener un patio espacioso. Ya se sabía que en tales días amanecía pegado a la pared y en una esquina de la plaza principal un cartelón en esta forma: Compañia Albertini Gran funcion de maromas para esta noche en el local de la escuela. entrada general 4 reales ” niños 2 a las 8 en punto se dara principio. Bajo este cartelón o a un lado, un lienzo de tosca pintura, representando hombres y niños en trajes de payaso y en las posturas más difíciles: unos, hechos un rollo como culebras; pasando por entre las patas de un taburete con un vaso de agua sobre la frente y en equilibrio; en el aire, de balanza en mano y a gran distancia de una gruesa cuerda; otros, parados sobre un taburete o mesa, que descansa en dos patas sobre la cuerda tensa haciendo el equilibrio del diablo. A medio día, acompañado de la banda de música y precedido de un muchacho con una gran bandera, salía el payaso a caballo y pintorreado como un pielroja a convidar para la función. Y era de ver, entonces, cómo todo mundo dejaba sus ventas y compras en la plaza, para ir tras el payaso a gozar, oyéndole las patochadas; viéndole hacer visajes con cara antiartísticamente pintada; el cuerpo ataviado grotescamente y con el vestido de arlequín a la italiana. el cual payaso al llegar a una esquina de la plaza o calle, paraba el caballo, y dirigiéndose a los músicos, gritaba: —só!... só!.. só!... soooo!... maestro. Callaba la música, y en medio de las risotadas más campechanas, el bufón, haciendo que leía en un ajado papel, acompañado de los gestos más infernales, decía: * 59
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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
—si, mi hija, le dijo Luisa, ocultando las suyas, eso es porque ella la quiere a<br />
ud. por lo que la visita en sueños; porque ud. es muy formalita. Y siga así bien<br />
comedida con sus padrinos que ellos al fin se cansan.<br />
—Y si viera, continuó Andrea sentándose en un banco y cruzando los brazos,<br />
que ya no me acosan tanto desde aquél día que de aquí fuimos juntas, ¿se<br />
acuerda? que no había qué comer en casa y que les llevó ud. aquellas cosas. Yo<br />
no sé qué habrá, pero mi padrino vive desde entonces calladito, calladito... él sí<br />
me hace muy mala cara, pero ya no me regaña tanto.<br />
—Dele gracias a Dios, mi hijita.<br />
—Y qué le parece mana Luisa, que el otro día estaba yo detrás de la cocina<br />
y comenzó a braviar mi padrino, y entonces fue y se le paró mi madrina por<br />
<strong>del</strong>ante, con mucha furia, y le dijo: “Ya volvés viejo <strong>del</strong> día…” yo que sé, una<br />
palabra muy fea. “Ya volvés con tu molienda, por fin seme sube la ritranca y voy<br />
onde el alcalde y le renuncio lo que te dije, aunque nos lleve el patas a los juntos,<br />
viejo de quien sabe cuantos…” Así mismito le dijo, y entonces mi padrino calló<br />
la boca y se agachó a pensar. Lo tiene acosaito para que lo sepa.<br />
—Quién sabe, mi hija, dijo Luisa suspirando, en esto hay algo que no sabemos<br />
y que al fin puede resultar en bien para ud.<br />
Y dejando la piedra donde molía, sirvió mazamorra de maíz en una totumita<br />
de fondo amarillo, alcanzó una postrera de leche, y le mezcló a la mazamorra,<br />
y con el cariño de siempre se la dio a Andrea que, sentada con José en las rodillas,<br />
tomó aquello con tanto gusto, como si fuera un postrecito preparado por<br />
Matilde, allá en aquella casa de “san Pablo”.<br />
Al fin se despidieron, quedando Luisa más preocupada que antes, debido<br />
a la conversación anterior.<br />
Y así siguió aquella vida por algún tiempo, el cual fue muy bien empleado<br />
por Andrea con las indicaciones que Luisa le hacía, sobre lo que era el mundo<br />
y la buena sociedad, y las lecciones de lectura, escritura y religión que le daba.<br />
sí cada día que pasaba se notaba más y más en la niña el a<strong>del</strong>anto, el despejo;<br />
que se animaba, que trataba como de volver a su centro, a su puesto perdido.<br />
Y como es bien sabido que “De tal palo tal astilla”, en Andrea se cumplía este<br />
aforismo al pie de la letra, pues no desmentía la raza, dejando ver en todo que<br />
era de muy limpia fuente.<br />
Pero si mejoraba un poco de educación, de posición y situación seguía lo<br />
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