Lejos del nido

Lejos del nido Lejos del nido

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09.05.2013 Views

* Lejos del nido renuncio y voy, y voy, le gritaba dando con el reverso de la mano derecha sobre la palma de la izquierda. —Hacéme el favor de no artecular más palabra, vieja oliscada, antes que nos lleven ahora mesmo todos los de… —Cuando nos llevaron, indio maluco, porque yo no disisto, y ya te dije que voy y le digo al señor Alcalde que esa mu... —Buenos días compadres, gritó en aquel momento Luisa, que seguida de Andrea venía llegándose a la casa, risueña y siempre bondadosa, sin que comprendiera que los señores de “el Arenal” se andaban, en aquellos momentos, prendidos del ala. —Buenos se los dé mi Dios, contestó el indio, que pálido y tembloroso de hambre, de ira y de miedo, tornó al banco donde antes estaba sentado. —Yo venía, dijo Luisa, como si tal, no pasara en aquel hogar, a traerles este pequeño cariño y mis compadres lo reciben con toda confianza y gusto, que allá fue la niña dizque a que le vendiera o le prestara, pero tal cosa entre nosotros no se hace, qué tal! Los indios trataron de disimular la escasez con disculpas, dando principio a la preparación del almuerzo, con el regalo de Luisa, comenzando por hacer fuego en el apagado y frío fogón; pero ambos, Mateo y Romana, atascados y medrosos temiendo les hubieran oído la disputa. Ojalá, que otro gallo les hubiera cantado, cuando Luisa no aguardaba otra cosa que descubrir o vislumbrar siquiera algo sobre el origen de la niña, para abrir campaña; porque si en los indios aumentaba, día por día, la aversión a Andrea, en Luisa despertaba más y más la simpatía y el interés por ella... era pasado el mediodía y en aquella miserable zahurda no se había encendido el fogón, porque sus moradores no tenían ni un grano de maíz que llevar a las desportilladas ollas... Cuando Luisa y Andrea llegaron a la casa de tan infernal reyerta matrimonial, ya la primera con la solicitud de madre, había aseado a su “angelito querido”, le había recogido los cabellos de oro, encanto en otro tiempo de Matilde y con propia mano la había preparado unas sopitas, para que la niña no estuviera con hambre. Qué sublime es la caridad cristiana, cuando se practica de todo corazón, sin aguardar, por lo que se hace, recompensa terrenal y antes por el contrario, * 56

* Juan José Botero exponiéndose, como se exponía Luisa a tantos riesgos con aquellos ogros, por los cuidados con Andrea. Al fin la Villada se despidió de sus compadres, dejándolos en vía de desayunar, después de medio día, y ya sin tanta prevención contra ella que de aquella fecha en adelante, no sólo no le privaron a Andrea que visitara la casa de su amiga “Los Alticos”, sino que allá la enviaban a pasar sus ratos, parti cularmente en los días de apuros como aquel del famoso altercado, porque bien sabían que la comadre tenía algún presente que enviarles por conducto de la niña. Así pues, la vida de Andrea si no había cambiado del todo, si era ya más llevadera con aquella libertad para visitar a su amiga, y también porque el malestar o corajina del viejo había bajado ya muchos grados, pues la vieja lo mantenía a raya con la amenaza que tan buen resultado le había dado. Más, si el mal trato para con la niña había calmado un poco, en su interior, Mateo la odiaba cada día más, deseando salir de ella a todo trance, quizá por aquello que con tanto saboreo le recalcaba la esposa, el denuncio de la autoridad. Así, ya para él la presencia de Andrea, si no era un remordimiento, sí un continuo peligro para tenérselas que haber el día menos pensado, con los tribunales de justicia. Dijimos que ya con más libertad siguió yendo Andrea a “Los Alticos” y era de ver con cuanto gusto lo hacía y en qué dulces confidencias se les iba el tiempo a protectora y protegida, como sucedió pasados algunos días, una tarde que allá se dirigió la niña. el saludo lo gritó de lejos y entrando a la casa regocijada, así se dirigió a Luisa: —A ver cómo lo ha pasado, señora? —Yo bien y ud.? —Lo mismo, mana Luisa, y qué le parece que anoche volví a soñar aquello que le he contado. —Con la Virgen? —sí, señora, más linda que no! y mire, me daba deseo de pachurrarla bien duro, bien duro… y ella me abría los brazos como para apretarme así como ud. hace con el muchachito suyo. Y me llamaba con un nombre tan lindo!... tan lindo!... no he podido acordarme... y esos angelitos tan preciosos que estaban junto a la Virgen…¡ah bueno quien viviera con ellos! Y Andrea dejó escapar dos lágrimas. * 57

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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />

renuncio y voy, y voy, le gritaba dando con el reverso de la mano derecha sobre<br />

la palma de la izquierda.<br />

—Hacéme el favor de no artecular más palabra, vieja oliscada, antes que<br />

nos lleven ahora mesmo todos los de…<br />

—Cuando nos llevaron, indio maluco, porque yo no disisto, y ya te dije que<br />

voy y le digo al señor Alcalde que esa mu...<br />

—Buenos días compadres, gritó en aquel momento Luisa, que seguida de<br />

Andrea venía llegándose a la casa, risueña y siempre bondadosa, sin que comprendiera<br />

que los señores de “el Arenal” se andaban, en aquellos momentos,<br />

prendidos <strong>del</strong> ala.<br />

—Buenos se los dé mi Dios, contestó el indio, que pálido y tembloroso de<br />

hambre, de ira y de miedo, tornó al banco donde antes estaba sentado.<br />

—Yo venía, dijo Luisa, como si tal, no pasara en aquel hogar, a traerles este<br />

pequeño cariño y mis compadres lo reciben con toda confianza y gusto, que allá<br />

fue la niña dizque a que le vendiera o le prestara, pero tal cosa entre nosotros<br />

no se hace, qué tal!<br />

Los indios trataron de disimular la escasez con disculpas, dando principio<br />

a la preparación <strong>del</strong> almuerzo, con el regalo de Luisa, comenzando por hacer<br />

fuego en el apagado y frío fogón; pero ambos, Mateo y Romana, atascados y<br />

medrosos temiendo les hubieran oído la disputa.<br />

Ojalá, que otro gallo les hubiera cantado, cuando Luisa no aguardaba otra<br />

cosa que descubrir o vislumbrar siquiera algo sobre el origen de la niña, para abrir<br />

campaña; porque si en los indios aumentaba, día por día, la aversión a Andrea,<br />

en Luisa despertaba más y más la simpatía y el interés por ella...<br />

era pasado el mediodía y en aquella miserable zahurda no se había encendido<br />

el fogón, porque sus moradores no tenían ni un grano de maíz que llevar<br />

a las desportilladas ollas...<br />

Cuando Luisa y Andrea llegaron a la casa de tan infernal reyerta matrimonial,<br />

ya la primera con la solicitud de madre, había aseado a su “angelito querido”,<br />

le había recogido los cabellos de oro, encanto en otro tiempo de Matilde y con<br />

propia mano la había preparado unas sopitas, para que la niña no estuviera con<br />

hambre.<br />

Qué sublime es la caridad cristiana, cuando se practica de todo corazón,<br />

sin aguardar, por lo que se hace, recompensa terrenal y antes por el contrario,<br />

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