Lejos del nido

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09.05.2013 Views

* Lejos del nido —Vos que te rascarías y peliarías. Miren la alfiñicosa en los inguandos que anda... Todas juntas, ya sabés, todas juntas cuando volvamos a la casa, contá con tu pela almártaga. esto diciendo, la india tomó de la mano a Andrea y a los empellones la llevó otra vez a la casa de su comadre Asunción, quien le prestó algo que en otro tiempo fue pañolón y ya por entonces viejo guiñapo, que con trabajo pudo acomodarse la emparamada criatura, roto y sucio harapo que, además del mal olor que despedía, dio a Andrea mucho con qué llenar su delicado cutis de ronchas que le produjeron un terrible escozor por largo tiempo. XII entre tanto la fiesta a medida que el sol avanzaba, avanzaba ella y crecía y se extendía por todas partes, con las engalanadas gentes que allí acudían, desde la más encopetada señora de la crema, hasta la más sencilla labradora de nuestros campos; desde el más levantado cachaco y prensado artesano, hasta el más rústico labriego, travieso estudiante y desharrapado mendigo, con gritos de entusiasmo, con cantos bravos y menos bravos, con carreras a caballo, con finezas, regalos y cortejos... Y qué muchachas tan hermosas las que así con tan afilado garabato van en grupos, con sus limpios trajes alzaditos para dejar ver la bordada enagua, armadijo para cazar hombres, unas calzando botas, otras, finos alpargatitos, y las más a piesecitos desnudos, como carnada de la trampa aquella, con la picaresca pedrada en el sombrero que, válganos Dios! y en la mano canastillos y cofres atestados de confites y cigarritos y frutas y espejos y peinillas... en fin, toda esa porción de fruslerías que acompañan a las mujeres en un caso de estos para atildar sus personas y poner en jaque a los rendidos amadores que piensan atrapar en la fiesta. A la diez del día viene la misa y el sermón alusivo a los méritos del santo Patrón, por el orador forastero, pues este es necesario traerlo de lejos, como los vinos y los novios, para que tengan el gusto y sabor de la novedad. Terminada la misa, a la procesión del santo, tan grande en méritos y tan pequeño en figura, llevado a hombro de indios, presidiendo aquel acto de guión * 52

* Juan José Botero en mano, el alférez Arenas, con estreno de toda ropa y ufano por ser el protagonista de tan pomposa fiesta. son las doce del día. el cielo se ve azul sin una nube; el sol arde como brasa; el viento libre retoza, la plaza de san Antonio apiñada de gente; las altas cordilleras que rodean el valle de Rionegro, vistas de allí, de la plaza, a lo lejos azulosas y a través de la bruma y de los rayos solares, como que se mueven o tiemblan; los cohetes que suben atropellándose unos a otros, la música con su aire místico, el humo que sale de los incensarios... en fin, ese todo sublime que... ya ven uds. cómo hacen cambiar de pronto a un enloquecido pueblo, en plena parranda unos minutos antes y ahora sumiso y dócil, con la cabeza descubierta y en el silencio respetuoso del que cree. Qué linda es la fiesta de san Antonio y cuánto aliciente tiene para todos y en especial para el rionegrero. Cuando estas líneas trazamos sobre el papel, cuántos gratos recuerdos vienen a la memoria de aquellos tiempos ya idos para no tornar jamás. se nos figura que anduvieramos en ella. si la vemos. si pensamos que estamos presenciando lo que allí pasa: Las citas de los enamorados. el descorche de gentes recogidas que en su vida han probado licor y que ese día suben a inmensa altura su primogénita mona. La reconciliación de viejas enemistades. el brote o principio de una pasión amorosa, que durará lo que la vida dure... en resumen, todo lo que sea olvido de trabajos pasados y goce de alegrías presentes. Porque después de la procesión, con la música, las copas, el canto, el ruido de tantas voces nacidas del contento, se fermenta de tal modo la parranda que bota la tapa, y de esa hora en adelante, hasta desfilar para Rionegro, no se ve más que la mar de gente que se divierte y goza, y oleadas de este mar que en forma de grupos, de colonias, juegan, charlan, bailan y cantan en plena plaza y calles a toda luz y viento. se arremolinan, se apiñan y vuelven a desbandarse para formar más adelante nuevas agrupaciones, pero todo en orden, salvo alguno que otro desborde entre hombres, que dá lugar a andar a puñadas caseras, * 53

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Juan José Botero<br />

en mano, el alférez Arenas, con estreno de toda ropa y ufano por ser el protagonista<br />

de tan pomposa fiesta.<br />

son las doce <strong>del</strong> día.<br />

el cielo se ve azul sin una nube; el sol arde como brasa; el viento libre retoza,<br />

la plaza de san Antonio apiñada de gente; las altas cordilleras que rodean el<br />

valle de Rionegro, vistas de allí, de la plaza, a lo lejos azulosas y a través de la<br />

bruma y de los rayos solares, como que se mueven o tiemblan; los cohetes que<br />

suben atropellándose unos a otros, la música con su aire místico, el humo que<br />

sale de los incensarios... en fin, ese todo sublime que... ya ven uds. cómo hacen<br />

cambiar de pronto a un enloquecido pueblo, en plena parranda unos minutos<br />

antes y ahora sumiso y dócil, con la cabeza descubierta y en el silencio respetuoso<br />

<strong>del</strong> que cree.<br />

Qué linda es la fiesta de san Antonio y cuánto aliciente tiene para todos y<br />

en especial para el rionegrero.<br />

Cuando estas líneas trazamos sobre el papel, cuántos gratos recuerdos vienen<br />

a la memoria de aquellos tiempos ya idos para no tornar jamás.<br />

se nos figura que anduvieramos en ella.<br />

si la vemos.<br />

si pensamos que estamos presenciando lo que allí pasa:<br />

Las citas de los enamorados.<br />

el descorche de gentes recogidas que en su vida han probado licor y que<br />

ese día suben a inmensa altura su primogénita mona.<br />

La reconciliación de viejas enemistades.<br />

el brote o principio de una pasión amorosa, que durará lo que la vida<br />

dure...<br />

en resumen, todo lo que sea olvido de trabajos pasados y goce de alegrías<br />

presentes.<br />

Porque después de la procesión, con la música, las copas, el canto, el ruido<br />

de tantas voces nacidas <strong>del</strong> contento, se fermenta de tal modo la parranda que<br />

bota la tapa, y de esa hora en a<strong>del</strong>ante, hasta desfilar para Rionegro, no se ve<br />

más que la mar de gente que se divierte y goza, y oleadas de este mar que en<br />

forma de grupos, de colonias, juegan, charlan, bailan y cantan en plena plaza<br />

y calles a toda luz y viento. se arremolinan, se apiñan y vuelven a desbandarse<br />

para formar más a<strong>del</strong>ante nuevas agrupaciones, pero todo en orden, salvo alguno<br />

que otro desborde entre hombres, que dá lugar a andar a puñadas caseras,<br />

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